¿De dónde salieron tantos cigarrillos? Los miro y no puedo pensar más que en un hombre, recogiendo las colillas y llevándolas a ese lugar. Un hombre obsesivo, tal vez. Empezó con su propia colilla y luego se dijo–. Qué feo, tirar las colillas en la calle, aplastarlas, dejarlas ahí –Luego miró otra colilla y una colilla más. Las colas de los perros. Las colas de las mujeres. Las colas de un papalote. –Hoy es domingo, no tengo otra cosa qué hacer –se dijo, para darse un empujón y empezar la recolección. Sus piernas pequeñas se movieron rápidamente por toda la calle, sus manos se ensuciaron de fluidos secos y ceniza consumada. La gente no le prestó atención, porque lo hizo de madrugada, o sencillamente porque es domingo. Primero trató de hacer una pirámide, luego se le ocurrió un edificio, un rascacielos. No contaba con la materia inestable que estaba usando para construir sus sueños y alimentar su compulsión. Fuego muerto que se hizo cenizas y curioso, pero un hombre… cuántos alientos olvidados pudo recoger entre sus dedos.
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