La calabaza, generalmente, esta en la parte de atrás de la casa. En las temporadas de lluvia se llena de agua y se convierte en el país de los mosquitos. En las temporadas de sol, pierde color. Se lo sacude de encima como un perro. Luego llegan las fechas, se limpia, se lava y se saca al jardín. En las noches, sus entrañas son una vela prendida. La calabaza espera ese día del año, sonriendo… bueno, siempre está sonriendo. Así la hicieron a la pobre. Sin ojos, mira a los niños con sus calabacitas y sus disfraces, pidiendo dulces. Los niños más avispados piden dinero. En las madrugadas, la calabaza mira los espíritus deambular por las calles y observar, en silencio, las casas envidiadas de los vivos. Se muere de miedo, pero la hicieron sonriente a la pobre y aunque los espíritus le provocan escalofríos, tiene una vela, y no puede quejarse, porque es la única temporada del año que sale de la casa. Unas por otras, piensa la calabaza, mejor los muertos que caminan y envidian, antes que me encierren de nuevo y me olviden una vez más.