El perro tiene más juguetes que yo, tiene más opciones para dormir y además, se puede larme las gónadas. Puede estar horas ahí, slurp slurp. El perro se construye escenarios, y quien sabe qué piensa, o a qué juega. –No seas mamón, si los perros no piensan –dicen los artículos científicos. Las señoras rápidamente refutan–. Pero es qué a veces parece que el perro sabe cuando estoy triste o cuando me tiene que acompañar a la manicura –Ambos grupos se discuten y se argumentan, bien argumentados como no. Es esencial saber si los perros piensan. Es necesario. El mundo se irá a la mierda si no tenemos una respuesta definitiva. Mientras tanto, el perro se lame las gónadas, slurp slurp, se esconde mejor bajo su gorro naranja, se arma una cabina privada. El perro cierra los ojos, su changuito encima de él protege sus sueños. El perro sueña con las perritas en celo. Mueve la cola discretamente bajo toda esa tela.
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