Tuve en la cabeza, desde muy temprana edad, que si quería un perro “propio” tenía que ser un basset hound. Fue cosa de Droopy. Quiero un Droopy, pensé de chamaquito. Años después, medio investigué acerca de la raza pero lo hice sabiendo que a pesar de todas las características que pudieran tener, tendría uno simplemente por qué sí. Leí que tenían un excelente olfato y como era enano, tenía muchas deficiencias genéticas que podían ser inconvenientes en el futuro. Nada que uno no sepa, o deba saber, (alguien responsable, al menos) antes de adquirir cualquier raza de perros. En diciembre pasado, íbamos pasando por una veterinaria en Villahermosa y vimos un letrero que atrapó mi atención: Cachorros basset a 1500 pesos. Puede ser, me dije. Vaya que puede ser. Lo dejamos ir, porque en el regreso no podía ser, ¿cómo la íbamos a llevar en el camión?
Más tarde, ya estando en Puebla, se nos ocurrió preguntarle a nuestra veterinaria y ella de inmediato nos dirigió con una persona que todavía le quedaban dos cachorros basset. ¿De una vez?, le pregunté a Sol, de una vez, me respondió ella. Así que hicimos todo el proceso de comunicarnos, esperar una vacuna, esperar un par de semanas y finalmente, este sábado, nos la entregaron. Antes de hacerlo, en la entrevista previa, me entregaron al cachorro en brazos y este se agarró con bastante fuerza. Sí, ya sé que se trata de un engaño antropomórfico y con todo eso, me dejé engañar. Aún cuando miraba a la hermana del cachorro, yo sabía que necesitaba al cachorro que se estaba agarrando de mis brazos. Ese que ahora está mordiendo su carnaza y sigue explorando la casa de un lado a otro, como si fuera la primera vez que entra. Si quieren conocerlo de vista, Sol ya publicó un post, varias fotografías y tuvo la paciencia de crear dos perfiles de facebook para los perros de la casa. En mi instagram también he publicado varias.
Su nombre es Nico, como Nico Robin de One Piece. Es una perra que cuando bosteza, me desarma en varios pedazos. La cantidad de sonidos que puede expulsar de su garganta son muy variados. Quiero enseñarle a aullar para espantar a los niños cuando estén paseando por fuera de la casa. No la he escuchado ladrar más que siete u ocho veces. Ha chillado todo lo que ha podido, pidiendo con eso que la suban al sillón. Entre las primeras cosas que hizo, fue subir las escaleras de la casa y después bajarlas, sin ayuda y de la manera más torpe posible. Como nos la dieron un mes antes de lo que debieron entregárnosla, extraña un poco más a su madre y a sus hermanos. Le faltó un mes de aprender de comportarse en canina sociedad y que su madre le enseñara algunos trucos sucios para la vida. Los basset aprenden cosas para hacer su vida llevadera con los amos y si aprendieran los trucos que los robotizan: sentarse, echarse, esperar, los harían solamente una vez por la comida y las siguientes veces sencillamente bostezan y te ignoran. Nico tiene una perpetua mirada de tristeza, aún cuando se la pasa jugando.
He leído dos libros y quién sabe cuántas páginas en internet, aprendiendo más de los basset. Conforme he avanzado mis lecturas, he descubierto que esta raza parece existir para gente como yo. Eso, o es el engaño antropomórfico… otra vez. Ya sé que son muy inteligentes y necios, que no es imposible entrenarlos pero que es casi imposible que te hagan caso, que correrán al primer objeto extraño que les indique su olfato. En algún momento pensé que podía darle un riguroso entrenamiento para que hiciera trucos imposibles y conforme leí, me di cuenta que lo mío era un sueño del que cualquiera podría reírse. Un perro necio, que no se tome las cosas tan en serio, que se la viva desafiando el autoritarismo simple de un hogar, que haga trampa a tus espaldas para robarse la comida o que haga elaborados planes para… robarse tu comida. Eso es lo que me espera y eso está bien, me veo disfrutándolo.
¿Quién creería que Droopy sería una representación tan fiel de la raza?
Son dos noches desde que llegó a casa y le hemos apartado un pequeño espacio para que duerma en soledad. Que los perros, dicen, deben dormir solos las primeras noches. ¿Cuántas serán? ¿Dos, tres, ocho, quince? Durante más de una hora, aulló y ladró, golpeó cartones y trató de romper un sillón. Dice que la soledad no le parece, que la soledad es una putada. Mientras tanto, arriba nos reímos de ella, no fue crueldad, fue escucharla quejarse como si fuera un burro que se está carcajeando. Luego de media hora, ya no nos pareció tan gracioso y nos preguntamos si podríamos dormir, si debíamos bajar a verla, si ya había logrado subirse (porque cambió el volumen, o quién sabe qué truco hizo, que parecía ya estaba afuera de la puerta). Bajamos a verla, como que no quiere la cosa (se supone que no se les debe prestar atención o pierdes), y volvimos a subir, y volvió a aullar. Veinte minutos después, le prometí a Sol que la subiría conmigo a mi oficina si no se callaba. Misteriosamente después de que dije eso, ella guardó silencio. Se durmió, supongo.
Es una fuente inagotable de orina, que ya marcó toda la casa. He tratado de vigilarla para atraparla en el momento justo y reprochárselo. (No sirve si se hace momentos después. Tampoco sirve jalarlos a que huelan la orina y reprimirlos). La verdad es que sólo la he cachado una o dos veces y de todas maneras, tengo que limpiar. Lo mejor que he podido hacer, es llevarla al lugar donde puede hacer lo que sus necesidades le pidan unos minutos antes de que lo haga. Una vez tuve que esperar una hora y no hizo nada, hasta entrar a la casa. Regla básica de los cachorros. Durante una temporada, tendré que abandonar el placer de mi oficina por la alfombra. También, la limpieza del “baño para perros” debe ser constante, por buenos y variados motivos.
Es como tener un hijo. Un hijo baboso, orejón, de patas grandes y qué, seguramente, puede procesar sin problemas cualquier tipo de cosa que se trague.