Tengo tres rutas para caminar con Nico y, por curiosidad, he dado rodeos en estos caminos para conocer mejor el lugar donde vivo. Me he metido en fraccionamientos llamativos, fraccionamientos discretos, pequeños parques y lotes baldíos, tratando de encontrar la conexión de todos estos lugares con el lugar donde vivo, el lugar desde donde trabajo, desde donde leo y escribo. Es un lugar qué, aún con su aparente calma, ha servido como un hogar durante dos años. El lugar donde vives te cambia y es inevitable, sólo que es un proceso lento y engañosamente estático. Donde vives te hace otro, así como leer un libro o escuchar una canción. He tomado la caminata como un proceso esencial para recuperar el respiro creativo que tenía hace algunos años y escribir todas esas cosas que se quedaron pendientes, arrumbadas en un cajón (físico y metafísico).

Le decía a Sol que así como Killer es un compañero de su vida, una etapa importante para ella, Nico también era una especie de animal guardián que debía acompañarme. Un espíritu que conviviría conmigo los próximos diez años. No lo digo en un afán esotérico, más bien en un afán literario. Esa conexión parecerá real, pero sólo es una motivación y en realidad, es algo más animal. Somos una manada que camina junta y al final, las mascotas dependen de los humanos, los proveedores que les dan de comer y prestan el espacio para que ellos puedan dormir a salvo del tiempo, de los abandonados, de los monstruos nocturnos que se esconden allá afuera. Tal vez eso es lo más molesto… los abandonado

Los abandonados son enemigos de ciertas horas. Salimos a pasear de madrugada alguna vez, como a las cinco de la mañana. Tenía que viajar ese día y no quería dejarla sin su caminata. Pensé llevarla a un parque que estaba a un kilómetro de distancia. Tenía algo de frío y el silencio se instaló sobre las banquetas, como si fuera una capa adicional de ceniza que salía del Popo. Un silencio notable, que nublaba el lugar, un silencio frío pero nada espeso. Nico simplemente olisqueaba todo a su alrededor, descubriendo que el rocío y la humedad cambiaba la configuración de los olores y quiso descubrirlo con agrado, con la curiosidad característica del cachorro narizón. Hicimos siete u ocho minutos de caminata hasta que llegamos a una zona de lotes baldíos. Unos perros alzaron sus hocicos y levantaron sus orejas. De lejos nos ladraron y nos advirtieron que no iban a entregar el lugar donde habían pasado una noche fresca. Nico y yo nos dimos la vuelta y pensaba que si intentaba acercarme, ellos se animarían a explorar al intruso, o simplemente atacarlo.

Desde entonces no caminamos de madrugada.

Algunas caminatas están llenas de otros perros que a ella le provocan curiosidad. De lejos hemos visto otros dos basset hounds, varios salchicha, varios french poodles, un gran danés, un weimaraner, un pastor alemán y varios hechizos (perros callejeros, mezclados). De cerca, Nico ya conoció a dos basset hounds (adultos ya… ella parece tener preferencia por conocer y convivir más con los perros de su raza o que son similares a ella. Por supuesto, esto… igual como todo lo que interpreto de Nico, puede que esté dominado por la ilusión de que el perro tiene rasgos humanos y que puede comprenderme), un beagle, un yorkshire terrier, un cachorro de san bernardo, un golden retriever,  un boxer con una pata herida que siempre sale corriendo de su casa para saludarla, una cruza con rasgos de cocker y de orejas negras. Nico, supongo, conoce mejor el mundo que le rodea por la clase de perros que conoce. Quisiera entender mejor toda la información que recoge a través de su olfato y de esos pequeños encuentros de socialización. ¿Qué sabrá de esos perros y sus dueños que yo ignoro? Yo completo las cosas observando e intuyendo, armando historias en al cabeza. Nico sólo necesita olisquear un poco para resolver un caudal de dudas. Nico es una nariz que aprende durante todo el camino.

Nico ya se calma y duerme tranquila durante las tardes. Una hora y un poco más de caminata diaria es suficiente para tranquilizar sus impulsos vespertinos. Sale a caminar dos veces al día. La de la mañana, la caminata más larga, es nuestro momento de intimidad donde la tiento con galletas para que aprenda a caminar a mi lado. En las mañanas, buscamos jardincitos para que pueda aventarle las galletas y ella busque las migajas olisqueando entre las plantas. También las mañanas son particularmente difíciles, porque despierta con todas las energías y todo se lo mete a la boca. A lo largo de la caminata, el sol se alza cada vez un poco más y me quema la nuca, a Nico le quema el coco y ella saca la lengua. Es entonces cuando me doy cuenta que está cansada y que nuestro paseo acaba de asegurarnos tendremos una tarde tranquila.

En las noches, Sol sale acompañada de Killer y yo llevo a Nico. Paseamos una media hora, sin el ritmo requerido para el cansancio. Es la caminata de la noche, cuya ruta ya no varía, y sirve como un aviso de que el sueño se aproxima y que el día está por terminarse. Mientras los perros caminan, huelen y buscan las migajas; Sol y yo platicamos de lo que hicimos en el día, del trabajo, de los paseos, de lo que hicieron los perros, de libros, de lo que haremos en la casa nueva. Los perros guardan una conversación a través del olor, a través de seguir o de guiarte, mientras que nosotros los humanos expulsamos nuestras voces y esperamos comunicar lo que de verdad está en nuestras cabezas. Nico se relame la nariz, humedece su hocico, baja la cabeza y se ensucia las orejas con el lodo de las lluvias. Tus orejas sucias, le digo de cerca, me acompañarán a seguir escribiendo.