A esta foto, en instagram, la llamé “El jardín secreto”. Atravesando la puerta negra e ignorando el letrero que reza “Desarrollo Deportivo” (y esa lista de actividades), podríamos descubrir un lugar maravilloso. Un bosque vasto, de robles y uno que otro ciprés. ¿O mejor unas caucheras de hojas tan grandes como la mano de un gigante? Luego del bosque, podemos considerar las actividades del Desarrollo Deportivo: Un pigmeo que enseña Tae Kwan Do y que es, pues, el pigmeo más fuerte del mundo; un homosexual escandaloso de San Francisco, con amplio maquillaje y rodilleras, que enseñe de tolerancia y aerobics; una marciana de seis tetas que, tras vigilar mucho tiempo a la raza humana, aprendió todos los bailes del mundo pero su especialidad y preferencia, siempre será el hawaiano; Un elfo oscuro que, tras leer un libro de páginas amarillas, adquirió la disciplina mágica del yoga y el yazz, las cuales se creía imposible combinar; Al final… una mujer de madera al que dos hadas le dieron vida y que enseña ballet a las personas menores de veintinueve años (y si acaso, alguien más grande lo pidiera, la mujer no se activaría. Se quedaría tan quieta como una muñeca.)

Les dije que era un lugar maravilloso.

Hablando de lugares maravillosos, sueño con tener mi propia oficina (lejos de aquí, una oficina a la que se tenga que ir caminando a una hora de distancia) para escribir y pues, seguir trabajando en el negocio. Sólo tengo planes de escribir novelas. Quiero terminar esas largas historias que he dejado pendiente y que me trajeron a lectores que, también creo, me abandonaron por mi falta de constancia. Que la verdad sea dicha: he escrito poco. Una hora, dos horas, mirando el documento y sin palabras que me amparen, que justifiquen el vicio y placer de escribir. Al menos he tenido cierta constancia para el blog. He tenido poco trabajo y ese tiempo que quiero aprovechar para las historias, para seguir escribiendo, se desaparece muy fácil en hacernos caras la hoja en blanco y yo. Paciencia, suspiro, serenidad y paciencia. Lo importante es hacerlo.

El escritor que no escribe, pero es un escritor. Lo mismo que el diablo que, con cara de hombre o de niño, te dice que es el diablo pero no te la crees. Parece práctico mirar las nubes que no son nubes y se transforman en otra cosa. El café que no es café, porque es instantáneo y sabe similar al café, pero le falta volumen, le falta ese sabor que alegra el paladar. El engaño de las cosas, presumiendo que son lo que son, cuando no lo son. ¿Entienden lo que quiero decir? Es como el jardín secreto que se esconde detrás de esa puerta negra. Todos esos personajes están esperándote, pero la fachada, esas letras despintadas contra un muro tristón que parece, más bien, la muerte de un gimnasio y el refugio de los drogadictos… no te darán el valor para atravesar la puerta negra.