Soñaba, anoche, que echaba andar uno de los proyectos que tengo hace tiempo con el árbol 2:17 y es invitar a “otros escritores” a escribir regularmente en él. Esos “otros escritores” debe tener énfasis en las comillas, porque sería algo como lo que hizo Nájera o Pessoa. Usar otros nombres para escribir otras cosas. Cambio de estilo, de narrativa, de ocio.
Luego pesa escribir con el mismo nombre porque el nombre ya está acostumbrado a presentarse de una forma y parece imposible separarse de él para jugar. Han pasado tantos años que me he convertido en un personaje multidimensional para varios grupos de personas y mi vida personal, algunas veces, se ilusiona con separarse del escritor que durante años ha llevado este blog.
El nombre es una carga. El nombre y sus consecuencias son una ficción caótica, un espejismo que surge del calor y de la falta de azúcar.
Anoche pensaba en la justificación del proyecto. ¿Cómo escribir con otros nombres y que esto no sólo se presente como un seudónimo, sino también una posibilidad real y lúdica para el lector? Entonces pensé en el blog como un portal donde se descubren otros universos donde existe otro yo, el mismo físico, pero con otros nombres. Más o menos lo que Simón Dor dijo alguna vez: “En otro lugar me llamo Boris Santiel o Carlos Böhrs”. Usar la misma foto o el mismo físico para todos los personajes como una obviedad para recordarles, pues, que al final es un juego de ficción.
Simón Dor se descubrió como una posibilidad de mi futuro. Lugo pienso en esos otros que soy yo, y que desean comunicarse conmigo de alguna forma. Abrir una ventana a una ficción y luego que pasen los años, la gente crea que ese personaje de verdad existió. Crear un personaje es lo mismo que aceptar las posibilidades que ofrece una historia personal que jamás se cumplió. Es aceptar la posibilidad de que puedes ser otro.
Llevo años escribiendo en pequeños cuadernos otros nombres y los temas que les interesan. El nombre de Boris Santiel y Carlos Böhrs, los he escrito en incontables ocasiones. Así como el de Simón Dor, y el de Capurro (que todavía no tiene nombre de pila). Trato de ser detallado para que sus nombres no sean una simple separación de aspectos personales, sino que su existencia sea válida y creíble. Historias paralelas que lleven a un reconocimiento mutuo. Si un lector duda o no permite su entrada al juego, entonces el juego es inútil. Los personajes tienen la posibilidad de encontrarse y verse reflejados como un aspecto del otro, aún cuando la separación inminente por sus características individuales sea inexorable.
También anoto palabras clave que podrían dirigir los estilos de cada una de estas personalidades. Palabras clave qué, como una luz, dan el color preciso con el cual el texto debería ser leído. A veces el escritor trata de engañarse pero basta una palabra para ofrecer una ventana a la verdad de las cosas. Llevo meses jugando con palabras clave que guíen el propósito de ciertos “otros escritores” y que sean los cimientos de su perspectiva de vida.
Imagínense tener el tiempo de ser esas otras personas. Es decir… si pudiera, si tuviera el tiempo para ser meticuloso, tal vez cada uno tendría su propio twitter y su propio tumblr. (No se hable de Facebook. Qué horror.) Aún cuando este blog fuera el centro donde gira el universo de cada uno de estos personajes podría desarrollar sus propios intereses de manera independiente. Claro: Se necesita tiempo para hacerlo correctamente. El engaño, con todo y aviso de engaño, es un artificio laborioso que con la medida justa de tiempo… incluso podría engañar a su propio creador.
Me imagino, con una pequeña sonrisa, personas que se acerquen a estos personajes para platicar, para desarrollar ese tema que creen es quien los define, cuando la verdad es el mero aburrimiento de una sola persona. Habrá sus reacciones adversas: Alguien pensará que estoy loco, alguien pensará que los otros existen en serio, alguien querrá enemistar a los inexistentes o alguien se enamorará de ellos y mandará cartas, botellas con algún mensaje, opiniones largas y bien meditadas acerca de lo que… para mí, es un cuento, y para un ficticio, una verdad íntima e importante. Imagínense que empiezo a pensar como uno, como otro, como un ficticio y que se me olvida mi propia vida. Imagínense.
Solamente sueño. Tomo apuntes. Anoto estaturas y otros rasgos físicos, anoto viejos amores, los cuentos que han escrito, las carreras a las que se han dedicado, los muertos que llevan como sombras. Momentos de fe y de creencias. Juego con una baraja, anotando el nombre del personaje y probablemente de lo que pueden hablar. Anoto días, como si pudiera seccionarse una personalidad para cada día. Tal vez, algún día. Cuando termine escribiré un libro llamado: Los otros, los ficticios y de subtítulo: Juegos de personalidad múltiple.