Música para camaleonesMúsica para camaleones by Truman Capote
My rating: 4 of 5 stars

Este es un buen libro para iniciarse con la lectura de Truman Capote y familiarizarse con él.

Cuentos, relatos de gente que conocía, una supuesta crónica real de unos asesinatos (qué, según la omnipotente Wikipedia, parece ser que son otro invento… pero no se condena. Cuando se toma un libro: ¿Qué importa si es real o no? Al final lo que importa es lo que sucedió con el lector, como salió/transmutó/sobrevivió después de leer la obra).

Es un buen libro para conocer a Truman Capote, o más bien, la imagen que Truman Capote proyecta de si mismo. Es un buen libro para ilusionarse con que lo conoces, con que puedes entenderlo (Sí, eso es… como en el primer relato, la vieja que llama a los camaleones con su violín, y Truman Capote se mira en el espejo negro. Una ilusión de reconocimiento pero estás escuchando la música. Sólo te reúnes a escucharlo, pero el espejo es negro).

Lo que sí garantizo, en mi caso, es que es una excelente invitación para leer sus otras obras. Probablemente de haber leído este libro después de leer algunas otras de sus novelas o crónicas no me habría gustado tanto. ¿Quién lo diría? A veces el lector puede ser tan quisquilloso como el escritor.

El propósito de un escritor es tan importante como la estética que logra con sus obras. Este es un libro del propósito, de oído, de jugar con una técnica que supuestamente ya se domina. Es un libro de construcciones sutiles: personajes, lugares, escenarios, hechos. Una búsqueda de Truman Capote por entender (o confirmar) como percibe el mundo y las personas que están cercanas a él. Desde un Humbert Humbert accidental, hasta Marilyn Monroe. Desde un asesino (ficticio) que envía féretros miniatura tallados en madera a sus víctimas para avisarles que pronto van a morir, hasta la vieja que visita en Nuevo Orléans -que según puede cumplir todos los deseos- para pedirle que la convierta en niña. Relatos estructurados, breves, concisos… aparentemente íntimos, pero qué, al final… se confiesan como un recuerdos que pueden estar mancillado por la imaginación del reportero.

Para pensar en él durante mucho tiempo. Incluso releerlo en unos años.

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