Hace tiempo que ocupo mi espacio blog en un ejercicio. Revolver unas cartas, escoger una y escribir acerca de ella. En las cartas anoté el nombre de personajes de mis historias, criaturas mitológicas, animales, mis mascotas o mis plantas, vecinos que tengo o tuve, amigos imaginarios, familiares lejanos. Cada personaje, nombre o criatura, son voces que me gusta o me gustaría explorar. De esta manera el azar decide el personaje de un cuento, una anotación o un pensamiento. Seguramente, si todavía visitan esta isla en el mar cibernético, han leído algunos de los resultados. Otras historias las escribo “afuera”. El ejercicio es fructífero en demasía, tanto que el pobre árbol se ha quedado pelón estas últimas semanas.

El proceso es muy sencillo. Básicamente consiste en:

  • Revolver las cartas.
  • Escoger un número del 1 al 56 (porque mi mazo tiene 56).
  • Ver la carta, tomarle una fotografía para que la firme el notario y ponerla a la vista.
  • No guardar la carta hasta escribir el texto correspondiente.

Pienso continuar con el ejercicio una temporada más hasta juntar una cantidad determinada de cuentos y ofrecerlos como un libro electrónico. Quizás, todavía estoy afinando detalles, después de todo han surgido accidentes interesantes gracias al método. Me mantiene despierto para escribir ficción breve todos los días. El proyecto se titula “Los Otros” porque son voces ajenas, no siempre la mía, las que toman control de la historia. Es un lúdico juego de posibilidades. Continuaré con la exploración. Todavía son muchas las voces que permanecen silenciosas.

Las consecuencias del ejercicio son el abandono del “Árbol 2:17”. Una carta me salió repetida y me llamó la atención: Los cuervos. La necedad del azar (una ilusión, un engaño, como lo harían los tramposos de las alas negras) me guió por ahí. Decidí tomarme un tiempo para juntar los cuervos escritos en este congal, los escritos en otra parte y los nuevos que surgieron gracias a la carta. Hice caso al mensaje: me encerré, sin querer, sin desearlo de veras, a darles estructura y congruencia a esas líneas que tienen escritas hace más de diez años. Fue un proceso fatigoso de varias semanas.

Ahora resulta que los cuervos tienen un propósito. Sus historias diversas construyen una sola. No se me hubiera ocurrido, no con ellos. El resultado es un libro muy distinto a lo que ya conocen de los animalitos. Gracias a la delicadeza, necedad, constancia y trabajo de mis desvelos y los ojos ajenos (y astutos. Gracias infinitas a Edilberto y Astrid), nació un libro de calidad editorial que, dependiendo de las circunstancias, tal vez nunca vean publicado por aquí. Tal vez. Platicaré más de ellos cuando sea momento. Pienso, de por sí, que algún cuervo me sacará los ojos si continúo exponiéndolos.

Por otra parte, extraño contar mis pequeños arranques cotidianos. ¿No también se trataba de eso tener un blog? Parece que en estos tiempos es menos suficiente. Incluso lo he pensado como un ejercicio inútil. Con la explosión y el crecimiento de las redes sociales empezó el nacimiento de los aparentes expertos en cualquier materia.

El lector busca colmar su tiempo de experiencias específicas, cosa que nunca se ha hecho en este blog de todo y de nada. Parece sacrilegio tener una bitácora pública para hablar de la vida, de la rutina, de la cotidianidad, de la felicidad y del enojo. ¿Cómo atreverse a escribir de los días banos en temporada electoral, por ejemplo? O bien: ¿No sobran palabras cuando se puede ajustar en el tamaño de un tuit? Parece que nunca terminan las preguntas para que la voz halle su lugar en el mundo.

La facilidad para dividirse en lugares es apabullante: Las fotografías en instagram, facebook o flickr. Los libros en goodreads. Los gustos populares (depravados o dulces) y las citas en tumblr. Las fotografías textuales y los chispazos inmediatos en twitter. Todavía, además, estoy pensando qué hacer con pinterest. Como todo hombre moderno, a cada uno le ofrezco un poco de mi tiempo cuando se me da la gana, pecando de la inconstancia y falta de atención requerida en esta época.

No sólo eso me detiene y quizás algunos se sentirán identificados. A lo largo de los años, tengo un documento con una serie de temas que es mejor prohibirlos. He tenido malas experiencias abordándolos en este blog y en su momento provocaron consecuencias molestas: los problemas familiares, los amigos, los trabajos, las dificultades económicas, la rutina y cualquier experiencia que se pueda malinterpretar (¿No siempre nos arriesgamos a eso cuando abrimos la boca?).

Pienso que podría escribir todos los días un post con un punto y no, no se engañen, sería un blog riquísimo en silencios que lo comunican todo a los adultos crecidos rodeado de otros adultos crecidos y silenciosos. Es mi culpa, finalmente, nunca me ha gustado provocar conflictos porque me parecen una pérdida de tiempo. Mejor (en vez de discutir, pelear o explicar lo que quise decir), me hago una chaqueta. Es la más satisfactoria de mis reglas.

Dicen que es difícil hablar de tres temas: política, religión o futbol. Para nada. Más difícil el intento en hablar de la vida con un conocido o con un extraño. Como un ejercicio, intenta decir lo que de veras piensas a un amigo, un familiar, un cónyugue, la nenorra que conociste en el bar o el perro. Dilo bien, no seas menso, dilo como lo quieres decir. No le compongas. Ahora inténtalo todos los días. ¿Qué, nomás por uno ya ganaste? Simón, voy por tu pastel y te pongo la Marcha de Zacatecas.

Finalmente vivo en Cholula. La rutina, dije, es un tema prohibido nomás porque no me gustaría descubrir las mil maneras definitivas para hablar de ella. Ya me imagino. Un día despertaré y descubriré que lo logré. Salgo a caminar para no aburrirme. Leo más y mejor porque la única preocupación es que esperamos a alguien que no llega porque, simplemente, no hay prisa. Es una ciudad de tiempo espeso, ¿qué se puede esperar? El Popo estalla una vez cada siglo (cada seis años pues, no me corrijan). La caída de la ceniza, la neblina de fuego, para mí, fue como recibir un regalo navideño. ¿Y después? Después las caminatas con Sol, con Nico, con Killer, con los tres, podría manifestar mis quejas viales, morales y sociales. Hablar de los días de elección, de los programas televisivos, de las piernas jugosas y jóvenes que me encuentro paseando gracias a que vivo cerca de la Universidad de las Américas. Relatar de los trabajadores que arduamente construyen unos departamentos a unos ochocientos metros de mi ventana y taparán la vista grandiosa que tengo. Quizás podría hablar de como fumo, como dejé de fumar, como fumo otra vez, como lo dejo definitivamente por enésima ocasión.

Mi deseo de mayo es romper las reglas. Revolver cartas y que todas tengan mi nombre. Es el propósito de nunca dejar de buscar el propósito.