Ay sí, ay sí, con la app de wordpress ya puedo escribir, mientras camino, en mi blog. Así me arriesgo a darme el putazo pero el ejercicio de la escritura cronológica se convierte en un verdadero deporte. Uno de riesgo. No diré que de alto, porque eso suena bien pendejo, pero al menos de mediano, porque un putazo contra el poste duele. Igual hasta deja cicatriz. Ya me pasó alguna vez tuiteando. El guamazo sonó tan duro que hasta mi perro chilló del susto y casi salió corriendo, lo que me jaló más, y si acaso pensaba felicitarme por no caer de rodillas, se quedó como una esperanza noble mientras mi pantalón rayaba la banqueta y escuchaba la carcajada de unos polis en bicicleta nada mensos, porque seguían mirando al frente, riéndose del pendejo que se cree atleta, que se cree multitasking, o recepcionista, pero de las chingonas, que tienen tres llamadas en espera, revisan el cuaderno de reportes y ya sacaron los documentos que según urgían para ayer, y también un cafecito Lupita, pero con dos de Splenda porque salí muy malo del azúcar.

Yo creo que mejor la usaré para escribir en el cine, ya saben, durante los cuarenta minutos de comerciales que ponen antes de la película. Que tal y me agarra la inspireiton como dicen algunos poetitas de taller o algún tuitero famoso, como de 120,000 seguidores, y me pongo a escribir durante toda la película, para beneplácito de los pobres espectadores atrás de mí que no saben que pantalla mirar: si la chiquita o la grandota. Ya desde ahí tenemos problemas. No hacen bien la sinapsis y me callan, cuando lo que de verdad quieren decir es que apague mi chingadera. Los mandaré, con la intensidad del artista, por un tubo surrealista porque está bien bueno lo que estoy escribiendo y no quiero que se me vaya el hilo y no me chinguen, es otra vez el pendejo de Edward Cullen recitando a Shakespeare, que no mamen, como si esa gente que me calla lo hubiera leído, como si hubieran pasado todo un semestre entendiendo la economía de las obras shakesperianas y su versatilidad universal para funcionar hasta en el garaje de mi abuelita.

Ya pues. La verdad, uno se compra un iPhone para bajarse apps como la de wordpress y escribir en el baño. De neta, de hombres, de caballeros y de damas se los digo. Estoy en el trono, aburrido, mirando la loza que ya me sé de memoria o escuchando la música del Vip’s y eso no se puede quedar así. Estoy perdiendo el tiempo. Tengo que hacer algo, y va el teléfono para afuera y mientras mi cuerpo se ocupa en biológicas trivialidades, el ejercicio de la mente, del órgano mas poderoso que es el cerebro, se dedica furiosamente a escribir una palabra tras otra, y ya uno se puede decir pacíficamente: Ira pinche Hemingway, tienes razón, que te agarre la inspiración trabajando. Ira, ira, ira dices mientras escuchas a un padre educando a su hijo en las artes del mingitorio o maldiciendo silenciosamente a la esposa porque lo mandó a cambiar el pañal, quejándose en voz alta que todo el hijo es maravilloso, excepto su mierda, porque eso es bien feíto y bien injusto.

¿Dónde le pongo el punto a esto? No le encuentro. Quizás debería explicarme: desde el putazo que me di, ya no tuiteo caminando; me cagan los pendejos que sacan el celular en el cine durante la película y no lo hago, por educación; y no escribo en el baño con el teléfono porque me salió muy caro y quiero evitarme accidentes. Mejor uno se explica porque luego lo crucifican a uno por chistocito y si me clavan las manos, y me dejan sin iPhone, ¿pos dónde voy a escribir tan sensatos y bellos pensamientos? Eso sí. Tuiteo mientras cojo. No le digan a mi suegra, ni a mi esposa.