¿Qué pasa cuando uno dibuja o fotografía un reloj? ¿Será que en ese instante creamos la posibilidad de otro lugar con el tiempo suspendido? ¿Un mundo imaginado donde la hora siempre es la misma? No existirían levantarse temprano para los desayunos o el marcado café de medio día para ver a la gente mientras se hojea un libro. Si el tiempo se suspendió en medio de una risa, la risa se convertiría en un vehículo infinito de felicidad contenido dentro de una botella. O en un accidente, justo en la desgracia, un dolor físico o metafísico perpetuo, sin consciencia. Deseaba escribir que seria como un infierno y descubro la mentira: El infierno requiere la percepción del tiempo. Tendría que existir la consciencia de lo sucedido con el tiempo y un cerebro, un espíritu, que sea capaz de razonar, concluir que las horas se convirtieron en una ilusión dispuesta hacia la eternidad. En una desgracia, sería lo mismo que una risa, lo mismo que una fotografía: universo contenido en un papel, en una esfera, que sólo si es visto por afuera, ofrecería la gracia de un sentimiento o un recuerdo… Pero adentro, vaya, adentro es un cuarto vacío, un maniquí vivo que juega el mismo papel una y otra vez, un reloj cuya claridad se interrumpe justo antes de que avance el segundero.