Este cuento se escribió a tuitazos. Para Zantcher.
  • Le dice a la cosa que rasca entre las paredes que ya se acostumbró, que siga, que no le importa.
  • (Le daba pena confesarle a la gente que él no tenía control de dónde lo llevaban sus pies).
  • Sigue rascando, hace un agujero, se asoma un dedo largo, un silbido, un ojo. Se arregla con un poco de cemento.
  • (El gozo cuando la sombra aprende a molestar a su cuerpo).
  • No dejaré que el demonio salga de mis paredes esta noche, se oye, dice, se ríe.
  • Así hay mucha gente que protege su casa y sólo algunos tontos se distraen para tuitearlo.
  • Pues un cafecito, ¿no? ¿No estaría? Pregunta, mientras tapa el agujero de su pared. Se quiere reír para que no le gane el sueño. Luego gritan.
  • Nadie grita. Sólo es que tiene mucho sueño y ya se imagina cosas. Igual y el agujero también se lo imagina. No es nada.
  • Diablos en las paredes. ¿Qué pifias son esas? ¿Qué piltrafas fifircihes petrimetes sarahuatadas y chingados son esas cosas? Agujeros.
  • Abre los ojos. Se quedó dormido. Soñaba que reía, la mezcla de cemento en sus manos. No es un agujero, son muchos, más de los que puede.
  • En ese caso, le susurra un diablo apretándole el hombro, lo mejor es incendiar la casa. ¿No cree? ¿Ya pa’ qué se molesta?
  • El tipo empecinado sueña con poner cemento en todos los agujeros. Algo le dice que lleva mucho tiempo despierto.
  • La casa es un sueño dentro de otro sueño, dice su cuerpo mientras él, sueña con el trabajo infinito, el trabajo perfecto e interminable.
  • (A veces cuando el diablo sueña con el diablo, se asusta).
  • Cuando despierta, se echa la carcajada. Se descubre encerrado entre las paredes. Hace un agujero, alguien más lo tapa, se ríe, se ríe.