Tomo fotografías a los árboles de ramas pelonas. Me gustan los patrones: líneas naturales casi infinitas, sus divisiones rompen el cielo, las nubes, la luz. Se convierten en una película para ver la realidad de otro modo, un filtro arbóreo que enmarca en un capricho fractálico la vida, o lo que quieras. En la iluminación nocturna se convierten en rompecabezas, cascadas de luz reflejada en la madera. La otra vez miraba a uno de esos árboles (sobran en otoño, aunque sobran en cualquier ciudad de aire lamentable y de gente olvidadiza) y contuve las ganas de fotografiarlo. Así como sobran esos árboles en las ciudades, también sobran las fotografías. Muchos otros han mirado el mismo árbol que miré yo, quizás algunos de ellos tomaron la misma fotografía, con el mismo encuadre y el mismo impulso de captura. Dejé al árbol en paz, abandonando así mi oficio (momentáneamente) de paparazzi para driadas.

Pensé tristemente que todos los árboles son iguales (y a la vez, no lo son). Es decir: Los patrones cambian, es obvio, la contraluz ofrece figuras distintas, ¿pero cuánta paciencia humana se necesita para hacer cuentas de las ramas, y sus bifurcaciones, y diferenciar las sombras de un árbol de otro árbol? Es muy fácil darle un nombre, una identidad, a uno de ellos si conocemos el tipo y el lugar donde se encuentra, pero si sólo tuviéramos fotografías de sus ramas multiplicadas, la tarea se convertiría en algo laborioso. Una exigente de esos trucos mágicos que, el hombre promedio, sueña con dejárselas a su portentoso cerebro, al inconsciente, con la confianza de que su flojera se verá vencida por la fortaleza cerebral y recibirá espontáneamente la capacidad de hacer algo que nunca ha estudiado, o educado. Supongo que distinguir ramas y sus sombras, es como de lejos, mirar las hojas de los libros abiertas. Sería imposible distinguir un libro de otro libro, a no ser que nos acerquemos a leer y nos sumerjamos en el proceso intelectual de desmenuzar, entender las palabras. ¿Se puede, o se debe siquiera, hacer lo mismo con las ramas de los árboles?

¿Qué se quiere comunicar con una de esas fotografías? Tengo centenares de ellas que he juntado a través de los años. Luego las barajo como se baraja un enigma. Supongo que me gustan, es la salida más fácil, y después pienso en pintura, en trazos, en manchar una hoja en blanco con la tinta. Las sombras me dicen de la tristeza, del abandono de las hojas, el inicio del otoño, una breve imagen poética dedicada a la muerte, tétrico y hermoso, o a las estaciones, las etapas de vida, porque también conservo fotografías de árboles frondosos, de hojas groseramente verdes, necias, que se alzan sin empacho a recibir el derecho de la fotosíntesis. Será. ¿Qué clase de cosas se podrán leer en las ramas de los árboles? Quizás cada hombre puede encontrar su fortuna en ellos, un mensaje encriptado listo para ser descifrado, así como un lector se acerca a las páginas de un libro lejano y encuentra un nuevo camino a seguir.