Pues no tiene caso felicitar a México por su democracia, ni sus gobernantes o sus políticos, tampoco por los hijos de estos o por los sicarios, los narcotraficantes, los corruptos, los culeros que siempre tienen una sonrisa.
Sin embargo, siempre se puede felicitar a México por sus flores, por sus nubes, su comida picante, sus cantautores tristones (pero sin abusar, nomás un rato), por sus bebidas para pobres como el pulque y el mezcal, por sus paisajes (montañas, playas, desiertos, cascadas, selvas, todo hay aquí) que… bueno, no son cosa del mexicano, sino de los accidentes climatológicos y geológicos que los construyeron, pero se le puede felicitar a las personas que tratan de conservarlos o cuidarlos. Se puede felicitar a México por sus albures, sus vestidos típicos y estridentes, su capacidad innata para el teatro alegre con los charros, los olvidados, los galanes que no son galanes pero como se sienten. Felicidades a las garnachas, las más cancerígenas y deliciosas del mundo, y a su variedad de salsas, de moles, de chiles, de dulces y de todo lo que se le pueda ocurrir para meterse a la boca.
Felicidades, pinche país jodido pero que no te dejas porque no queda de otra y ay dios, el mexicano es bien ingenioso y todo lo mira siempre con humor porque pues así es el chascarrillo, ¿verdad?