Soñé conversaciones que jamás tuve con gente del pasado. No recuerdo los detalles, pero recuerdo que estaba en una oficina y pasaban, frente a mí, una serie de personas (La madre Juanita, dos directores uruguayos, el hermano que se fue a Venezuela y ya no regresó). Platicábamos, recuerdo el sentimiento satisfactorio después de la conversación, y la persona cambiaba, como un espejismo, como si jugáramos una partida de ajedrez relámpago. Ya despierto, pienso en el sueño y no sé que tendría que platicar con ellos. Se me ocurre, quizás, abusando de la simplicidad y la poca intimidad que tuve con ellas, decirles una burrada: “Qué razón tenías”.
Tal vez atesoramos en demasía el pensamiento: como el niño que guarda sus abalorios en una caja de zapatos, y luego los olvida.
— Erika Mergruen (@mergruen) February 11, 2013