Las propiedades de la otra carne, de aquellos que vinieron hace muchos años de otro lado —el cual se esconde atrás de las estrellas—, son fantásticas. Continuamente ofrecen sorpresas. Aunque la casualidad, el caos, ha provocado que los cerebros de las criaturas tengan una extraña posibilidad de contagiar el Kuru, igual que cierta tribu de caníbales africanos, se ha descubierto que su consumo puede curar otras enfermedades, como el Alzheimer o el Parkinson. La cura, sin embargo, es una apuesta: nadie sabe cuánta carne debe consumir antes de sanar; pero las ganancias son tales que muchos han decidido arriesgarse por el último beneficio. Algunos ganan su vida en la Habitación de los hambrientos y otros terminan de perderla.

Todos deben apostar durante mucho tiempo.

Las seis extremidades son sumamente nutritivas. Un pequeño bocado y el estómago se sentirá satisfecho hasta dos días. Si tan sólo entendiéramos por qué, si pudiéramos hablar con ellos y saber qué los hace así. Si tan sólo ellos quisieran colaborar. Pero es imposible. Tampoco tenemos el equipo para estudiarlos, quizás nunca lo tendremos. Nos han obligado en convertirnos en asesinos. Es su culpa. Las criaturas son agresivas, territoriales. Tantos años hemos luchado contra ellas, los mismos años que nuestra fiesta se ha instalado sobre su tierra, sus naves y nuestro valeroso ejército secreto arriesgándose en cada incursión, cada conflicto.

Que no podamos dialogar me entristece un poco.

—Cocina práctica y personal: las propiedades de la otra carne, Antonio Lumbalgia.

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