La verdad, según la pantalla de Casiopea, podía encontrarse detrás de la puerta de acero inoxidable. A Mateo le pareció curioso que su guía hubiera perdido la voz, como si sus preguntas le hubieran robado algo importante, tal vez el alma. ¿Cómo saberlo? Bueno. Eso era muy sencillo. Ella se lo dijo: la verdad está atrás de una de las puertas. Suponía que era demasiado tarde para entrar a la catafixia, el cambalache o la tómbola. Había tomado su decisión para conocer una de las verdades del mundo: ¿qué nos conecta a todos?, ¿y cómo es posible que unas máquinas tengan el poder para saberlo todo de nosotros? No era posible que Mateo hubiera llegado al futuro de Skynet sin saberlo.
¿Qué me hace humano?, se preguntó Mateo, antes de atravesar la puerta de acero y lo que encontró ahí ofrecía una vertiente de metáforas filosóficas como respuesta: un hombre con una mochila enfrente. La mochila tenía una bocina. Y la bocina empezó a cantar: “Si en cada rosa estás tú, si en cada respirar estás tú, ¿cómo te voy a olvidar?”.
Volteó para atrás. La puerta todavía era de acero pero había cambiado: ahora tenía dos ventanas y protectores de hule. Giró a su derecha y su izquierda. La gente poblaba los asientos verdes, de plástico, mientras que algunos gandules solitarios se agarraban de los tubos de acero. Mateo se cubrió la nariz. De repente todo apestaba, todo olía demasiado, la música estridente y no solo eso, también todo le dolía, todo le parecía sucio y deslavado.
Miró a Casiopea. Su pantalla decía:
“Lo sabía todo porque nuestro mundo era una ficción. Éramos bestias poblando un mundo que apenas existía”.
Cambió el mensaje de la pantalla:
“Necesito carga. Gracias por traerme al mundo verdadero. Voy a apagarme un segundo. Solo un segundo”.
Casiopea se apagó.
Mateo no acababa de digerir lo que estaba sucediendo. En su mundo existía el metro, pero no de esta manera. Dio un paso atrás para recargarse contra las puertas y pisó algo: Era un gargajo. Entrecerró los ojos. Maldita suerte le había tocado. ¿Ahora cómo podía regresar al mundo previo? Quizás debería buscar un lugar donde cargar a Casiopea, ¿pero dónde? ¿Existirían los mismos cables de un mundo en el otro? Bueno, había atravesado una puerta para llegar a él. No podía ser tan grave. Estos mundos no podían ser tan distintos entre sí. Se desparramó en el piso. Cerró los ojos. Mejor dormía y daba la aventura por terminada.