Esta mañana me miré al espejo y tomé dos fotografías. Estoy gordo, sí, pero creo que ya nunca estaré delgado y eso me hace feliz. No estoy triste, recién despierto (not drowning, but waving). Comer bien es mejor que coger bien. La vida te enseña ese truco cuando te lleva por caminos culeros. Cuando teníamos Big-Blogger recuerdo que era más fácil ceder a los impulsos narcisistas, había todo un grupo de personas que lo hacía al mismo tiempo y que trataba de sobrevivir a los comentarios de los enemigos invisibles del internet.
Vivía años difíciles en aquel entonces, muy difíciles, y quererme (o estar satisfecho conmigo, de algún modo) era un poco complicado. Tomarme en serio la publicación en Big-Blogger y obligarme a mostrar un poco de mí, me ayudó de maneras insospechadas. Esta mañana me acordé de eso: escribir sencillo, contar la propia vida, tratar de darle un sentido a la exhibición. Por qué me estoy tomando estas fotografías. ¿Quiero contar algo de mí mismo? Algún cursilón dirá: “desnudarse en público”. Sí, quizás.
En honor a aquellos tiempos que eran sencillos, y más jóvenes, menos serios, menos adultos, decidí aceptar mi gorda y recién despierta humanidad. También se me ocurrió que por eso dejé de escribir cosas personales en mi blog o historias sencillas, porque dejé de mirarme a mí mismo para contemplar otro panorama, uno más amplio: la vida del escritor y el escritor en contexto con otros escritores. No hay nada más falso que eso. De vez en cuando regresaré a mirar estas fotografías. Las convertiré en un recordatorio. Pido perdón otra vez: un canto a mí mismo, Walt.