Hace muchos años, en alguna casa de la Jardín Balbuena de la que apenas puedo acordarme, adquirimos nuestra primer Commodore 64 y, para un niño de 4 ó 5 años, fue una enorme impresión que pudiéramos apropiarnos de la imagen de la televisión para hacer lo que deseáramos, por ejemplo: jugar, escribir, dibujar. La televisión dejó de ser un instante de entretenimiento dictado por algún dios oculto y ajeno para convertirse en un receptor de mis deseos. Me di cuenta de una verdad inalterable: con aquella computadora (ahora de poder risible) adquirimos el poder para apropiarnos de nuestro mundo y la apropiación del mundo, en aquel entonces, por supuesto, eran ese tipo de expresiones sencillas, de 8 bits, que viajaban de pantalla en pantalla y lograban comunicar algo. Era como abrir un libro, pero apantallador y con música de sintetizador.

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En fin, unos años después me vi frente a una computadora 486 y entonces empecé a jugar algo llamado ZZT. Pronto descubrí que ZZT no era como cualquier otro juego de computadora, sino que era un motor de creación de juegos. Uno de los primeros engines que yo conocí. Tenía un lenguaje de programación muy sencillo que permitía al usuario crear sus propias historias y sus propios mundos. Una de las gracias de ZZT es que podíamos ahorrarnos el diseño: todo pasaba en un ambiente ASCII. Los símbolos se convertían en monstruos, en municiones, en npcs y en héroes. Lugar común, ojalá me perdonen, pero el único límite era tu imaginación y un debía asegurarse de que la imaginación rindiera una historia audaz para tragarse los gráficos, los sonidos, los símbolos como malos actores de disfraces baratos.

Y una historia audaz no siempre debe ser enorme. Algo sencillo, un poco de texto que muestre la calidad del personaje con el que estás tratando y la situación en la que estás metido. Eso pasa, de algún modo, en VVVVVV que provocó todo este viaje a la memoria que les estoy contando. Los gráficos son deliberadamente sencillos y, a veces, hasta autocríticos. No siempre veremos la silueta de los monstruos pero, los monstruos algunas veces son palabras, frases, números que corren al azar. Tú manejas al capitán de una nave que debe buscar a sus tripulantes, los cuales están perdidos en un planeta misterioso y binario, de colores estridentes y música punchis punchis. Cada habitación, en sí, es un acertijo y un portento de muertes y de peligros. Y para avanzar, sólo necesitas una tecla: lo único que puede hacer este personaje es cambiar su gravedad. Arriba, abajo y avanzar. No tiene armas, no tiene trajes ingeniosos ni un vocabulario prodigioso, lo único que tiene es la gracia de ponerse de cabeza y eso está bien.

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La música es una de las cosas más sabrosas de este juego. Aunque se aleja de un sintetizador sencillo, como el de los juegos que pretende simular VVVVVV, es más bien un homenaje a videojuegos de plataforma de 8 y 16 bits, como Megaman. Gracias al ritmo escogido por los desarrolladores, morir no parece tan malo. Parece una prioridad avanzar rápidamente por los cuartos para descubrir el misterio de todo el planeta (el cual es presentado en un mapa, como suele pasar en un metroidvania). La música, también, de algún modo, ayuda a la memorización. Cada nivel es un juego de memoria, de aprender cuando apretar y soltar el botón. El juego es muy difícil, muchísimo, pero morir aquí es una trivialidad. Pero ojo: cuando en otros juegos es necesario morir para avanzar, aquí simplemente mueres porque apenas aprendes a calcular y tomar el camino más óptimo.

Obviamente no tiene mucho caso hablar de los controles puesto se necesita una sola tecla. La dificultad, aunque a veces parece de masoquistas, sólo es en ciertos cuartos porque generalmente está balanceada. Como un buen juego que se ríe de sí mismo, cada habitación tiene su propio nombre y ese nombre, a veces, da una pista de cómo resolver el acertijo mientras que otras veces se burla del jugador o del desarrollador.

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VVVVVV obviamente es un pequeño paraíso para los SpeedRunners. Seguro sobran los videos en YouTube para gente que desee maravillarse. Pero que eso no los aleje: el juego, aunque es difícil, es muy divertido y es muy gratificante. Cuando descubres el camino indicado o que sólo necesitas un segundo para respirar, analizar y luego entrar dentro del patrón de movimiento y de música, te sientes como un pequeño mesías en control de este mundo. Y bueno, de eso se tratan los videojuegos, de sentirse en control, de sentir que puedes apropiarte del mundo binario que otro hizo para ti, para retarte, para ponerte en problemas. ¿Recomiendo VVVVVVV? Claro que sí, y recomiendo también la versión con el soundtrack. La música es deliciosa y es disfrutable incluso para trabajar o hacer otra cosa. También es un juego que se consigue fácilmente en bundles. Si lo adquieren espero, de corazón, que lo disfruten tanto como yo.

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  • Mi reseña en video en Ociotakus.