En alguna ocasión vi trailers de este juego y con poco me entusiasmó mucho; despertó cierto gusto que solía tener por esas dualidades europeas tan curiosas en su humor y en las caricaturas. Me viene a la mente, por ejemplo, el Inspector Gadget y Penny, donde es Penny quien salva el día y el Inspector Gadget es un falso héroe y se complica mucho más cuando es el perro el verdadero héroe que salva a una familia de inútiles. Quizás, si quisiéramos complicar la trama, podríamos pensar en Vladimir y Estragon de Beckett como una especie de molde de estos discursos duales, simbióticos, pero bueno, eso es otra historia y será contada en otra ocasión.

Aquí pasa lo mismo pero traducido al mundo de los videojuegos: el sonámbulo en apariencia recorre solo el camino onírico y fantasioso hacia su propia cama, e ignora la ayuda vital de su propio subconsciente (el jugador) quien, casualmente, es su döppelganger pero con el cuerpo de un animalito e igual que un perrito para ciegos, es la responsabilidad del jugador armar el camino para que el hombre no se pierda en los confines crueles de una pintura. Back to Bed consta de unas sabrosísimas referencias a los surrealistas: Dalí, Magritte y Escher. Detenerse a apreciar los gráficos del juego puede ser tan placentero como descubrir a los artistas a quienes hace referencia: relojes derretidos, espejos infinitos, piezas de ajedrez con alas y escaleras geométricas sin principio ni final establecidos.

Sin embargo, aunque es cierto que los escenarios y la estética son placenteros y muy llamativos, las mecánicas del juego carecen de complejidad y artificio. Y eso me dio un poco de tristeza, porque la experiencia es desigual. Los niveles son breves y la dificultad, por defecto, es muy sencilla. Por momentos pensé que este juego se disfrutaría más con algunos chavitos que podrían estar interesados en explorar el mundo de puzzles más complejos o quizás acompañado de algún familiar que desee vivir una aventura breve. Pero nada más.

Los personajes y los enemigos tienen personalidad, lo cuál se vuelve necesario para decidirte a seguir adelante, y gracias a ellos, es posible que decidas involucrarte para salvar al sonámbulo de una tragedia soñada (ah, breve mención al cuento de El soñado de Juan José Arreola), pero el viaje si no es breve, es repetitivo, a veces inopinado. Es cierto, una vez que terminas un nivel, puedes jugarlo en modo pesadilla para un reto un poco más grande pero son poquísimos niveles y la mecánica adicional en el modo pesadilla no es excepcional, quizás sólo agregue una o dos horas más de contenido que, para entonces, bien podrían sentirse una tarea en vez de un placer.

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