He tenido tiempo para estudiar el concepto de paciencia. Espera deriva en esperanza. No se puede hacer más y no se puede adelantar el baile de los días, entonces vive y haz tus cosas, haz lo de siempre (auryn): trabaja, cocina, lee, juega, pasea el perro y respira profundo. Siento la molestia de los pulmones y cierro los ojos para hacer una radiografía a ojo de buen cubero. Creo que son los dados que tenía colgados en el espejo, aparecieron allá adentro y esta vez giran como el memento mori de un barco a la deriva —los pescadores buscan sus almas— y de repente me cortan la respiración y me hacen toser flemas sin gracia, ay, perrito panteonero, expulsadas a una velocidad inusual y graciosa como algún acto chafón de película escatológica.
Ayer salí a caminar. Meta de 10,000 pasos. Pensaba cuánto me gustaría que mi malestar fuera una ilusión, el poder de la mente, la homeopatía darks. Dónde firmo para que me cambien esto, lo que sea, por una bola de pelos. Placebo del paranoico y la enfermedad. Tanto perro en la cama, Nico gira los ojos y alza las cejas como suele hacerlo su raza inquisitiva, y cómo esperas tener una garganta liberada. Sol no se despega porque nos comunicamos la aprensión con microexpresiones televisivas, parece. Si no es una bola de pelo, me gustaría intercambiarlo por un pedo pulmonar atorado. Qué decepción, tanto pensamiento y mimiqui, mumuca, por un gas. No tengo bronca en pedir disculpas como el niño que gritaba lobo. Ojalá.
Lo que más me duele es suspender el bienestar elegido, mis pocos momentos felices. Corría para huir de la muerte, de algunas palabras necias y los deseos incontrolables. Corría para huir de una oscuridad personalísima, y ahora no puedo hacerlo. Quién sabe durante cuánto tiempo. Si fuera cursi, supongo, imaginaría el cielo como una pista amplia e interminable; el escenario, cielo parallax, y los pixeles no se repiten pero el recorrido está generado por procedimientos; casi puedo sumergirme en los atardeceres neón y rendirme a las brisas agradables. Sueño xennial de los retro ochentas, el joystick de atari es todos los joysticks (los falos, los falos). Corría perpetuamente para vencer a Nega Fest y ahora los dos nos tenemos que mirar las caras como hermanos que se odian.
No me gustaba correr, de niño y de joven, me parecía estúpido el ritual de hacerse el saludable y dar el chingo de vueltas como un imbécil. Si alguien pregunta, diré que Selecciones me adoctrinó para la felicidad. Anoche, mientras caminaba, pensé en el argumento de dos o tres cuentos, y todos de gente desesperada, que deshilacha, que entra a consulta y recibe noticias ambiguamente desagradables. Esta es la verdad del mundo.