Dark: Imaginaba, en mi mundo particular, que los alemanes no sabían actuar y eran, como dice el estereotipo, personas rígidas, sin sentimientos, pragmáticos. Quizás me equivoqué. Aunque la serie consiste de personajes rígidos y las moralinas del pueblo, en Dark no sobran las situaciones límite; los actores las aprovechan para mostrar amplios rangos de emociones y destruir a sus propios personajes. Dilemas que uno ha escuchado por los pasillos de la ciencia ficción son traídos y resueltos rapiditos, por ejemplo, ¿si un viajero del tiempo se encontrara a un Hitler niño, podría matarlo? Dark es una serie que trata de viajes en el tiempo, paradojas temporales, el destino determinado y la historia de un mismo pueblo durante tres décadas distintas (dos de ellas son puro eye candy televisivo: los cincuenta y los ochenta). El ritmo lo agarra rapidísimo, los finales están sabrosísimos para desparramarse en la cama y picarle al control frenéticamente para mirar el siguiente. Advertencia, la serie ha encontrado la fórmula perfecta: tiene tantos spoilers que ya nada se considera un spoiler.
Shot in the Dark: Tres reporteros nocturnos recorren las calles de Los Angeles mientras buscan accidentes, tiroteos, autos en llamas, etcétera. Mientras la miraba, no podía dejar de sentir envidia por sus equipos de edición y sus transferencias instantáneas, ah, gajes del oficio. Televisión para el morboso que durante su desarrollo nos invita a involucrarnos con los reporteros, sus problemas para mantenerse a flote a un mundo cada vez más conectado y rápido (cuando su vocación es más bien solitaria), además de luchar constantemente contra el cinismo al que los empujó su profesión. Si la “reality TV” ya había convertido al espectador en un mirón desfachatado, este programa añade otro nivel para el placer de los voyeurs: no puedes apartar la mirada de los accidentes o de las relaciones que existen de estos tres reporteros. Es fácil entender cómo los afectan las historias que cuentan y percibir lo que han dejado de contar; las historias desafortunadas de las manchas de sangre en las autopistas o los autos partidos a la mitad por vehículos de carga. Cuando contar una historia es lo mismo que vender a los muertos.
Jim & Andy: The Great Beyond: He visto al viejo Jim Carrey en dos programas recientes. Uno fue en un especial de Jerry Seinfeld donde maneja con comediantes para platicar con ellos. Otro fue en este documental sobre la filmación de Man of the Moon. En ambos pensé: Jim Carrey está al borde del suicidio o de encontrar el Nirvana. Un hombre que solía ser gracioso por sus caras retorcidas y sus imitaciones chuscas ha atravesado sabe cuántos infiernos para perder el humor en su mirada y decirnos, de refilón, que el dinero y el éxito no lo ayudaron a encontrar nada, y por eso mejor pinta. Sentí pena por él, quise regalarle un perrito pero tuve miedo también por el perro. Más allá de los delirios como espectador que tuve con la mirada triste de Carrey, el documental es interesante y revelador: a dónde es capaz de llegar un actor cuando se involucra demasiado con un personaje al que admira, cuánto se puede meter uno en el papel ajeno y hasta dónde es sanamente permitido jugar a que somos otros.
Voyeur: la crónica del libro fallido de Gay Talese y Gerald Foos. Un hombre compra un hotel y lo adapta para vigilar a los extraños. Durante treinta años toma registros de todo lo que pasa en las habitaciones, desde la rutina y el tedio, hasta los encuentros sexuales extraños, como un hombre que se disfraza de oveja para encontrarse con otro hombre. También es, en cierto modo, la historia de Gay Talese y cómo el reportero se apropia de ciertas características de Gerald, aquel hombre que ha entrevistado durante más de treinta años. No sólo es el documental de un libro fracasado, un libro que fue negado por el mismo Gay por convicción profesional, pero también una historia de dobles, de doppelgängers, de cómo invariablemente encontramos gente en nuestro camino que nos afecta y nos retuerce. A su vez, por qué no, también Gay Talese nos da fabulosas lecciones de ética periodística en un par de escenas que no tienen desperdicio.