Impromptu: es muy tarde para negar que la mayoría de los movimientos que me guían en los momentos de placer y ocio son las caminatas del errabundo (recuerdo breve de mis momentos de locura, el cigarrillo en los labios y la espera porque el corazón anduviera a ritmos normales). Por el momento no puedo correr y la molestia de un cuerpo testarudo me empuja a buscar alternativas al estilo de vida al cual ya me había resignado. Quise ser Andrés García, pero la vida tuvo otros planes para mí. Nico, mi sabueso, es más feliz por ello. El perro piensa que la nariz en el piso, aún si empuja la bota del ejército contra el cráneo, es una oportunidad.

Parturient montes, nascetur ridiculus mus: en pleno 24 o 25 de diciembre, para evitar las miradas injustas de los familiares, las conversaciones sosas y la salvación de lágrimas que representan el alcohol y la paciencia, abandono la casa y camino hacia el baldío del señor Calavera. No se sabrá más de mí, no por el resto de las fiestas, al menos. El misterio aguado, hay gotas de sangre, y la solución más sencilla: mató a su cerdo el día de ayer para alimentar a todas sus hijas y sus yernos (ya son varias noches que no escucho los gruñidos del cerdo). Calavera DJ pone las cumbias navideñas y las faldas dan vueltas. Busco el laberinto de pasto seco para dar vueltas en campo abierto (la prisión está en la cabeza), escucho el viento entre las hierbas y el canto histérico de los zanates. La Navidad, dice el diablo en el hombro, es una construcción social. Podemos vivirla en soledad.

Laudatur primo jam prole puerpera nato: no se engañe, damita y caballero, el mejor regalo que puede dar esta Navidad, y no sólo Navidad, pero todo el año, es la sorpresa del sexo oral; pero es mejor si lo hace durante la cena navideña, luego de deglutir el recalentado o en algún momento de la fiesta de fin de año. Si usted me lo pregunta, también se vale si lo hizo como un sano y justo descanso de las posadas del trabajo y la rifa obligada de los televisores, los home theaters y los iPads. Póngase su mejor vestido, sus medias de red preferidas (usted tampoco se haga menos, caballero, guárdese las mezclillas una vez al año), escoja un área más o menos apartada del barullo familiar y los diálogos obligados, arrodíllese y ejercite los músculos mandibulares. Si la abuela pregunta cuándo va a tener hijos, dígale la respuesta: tengo la verdad en la punta de la lengua.

Hic sunt dracones: imagina cuántos dragones habría en el cielo si cada ingenuo se convence de ser un San Jorge y que todo problema futuro es una lagartija voladora que escupe fuego. Caminaríamos en las cenizas del mundo.

Hic et nunc: a propósito de la resolución de los problemas, matar dragones, terminar el año, sobrevivir la Navidad, caminatas improvisadas y el sexo oral, todos tienen un proceso común: ocurren paso a paso y muchos de estos pasos y ocurrencias son repetitivos, seriados. La maquinaría de la vida, el martilleo del ganando-como-siempre. Como se dice en el mundo de los videojuegos en la matanza de las criaturas pixeladas para conseguir unos puñados de experiencia y pesitos falsos: the grinding (uh, el grinder, pero al señor Calavera de cuantiosas hijas y cruces redentoras, evidentemente, no le gusta la referencia, no sabemos si por anti-millennial o por experiencia propia). Si algo nos ha enseñado el buen gobierno, la burocracia luminosa y paternalista, es la paciencia para resolver nuestros problemas un día a la vez. Incluso escapar a la playa o a una isla donde la civilización se comporta milagrosamente de otro modo, el viaje implica la paciencia del explorador y la aventura de contemplar los atardeceres. Claro, todo tiene fin, el nihilista es feliz bailando con el abismo, pero quién nos va a distraer de saborear el alcohol, las risas, las miradas de deseo y a veces, si uno cierra los ojos, si uno reinventa su infancia y sus decepciones, hasta los villancicos suenan mejor y descubrimos una frase enfadosa que habría de servir a cualquier publicista en un apuro: la felicidad es una decisión.

RIP: deseo la dedicación y la disciplina para llevar a buen término cualquier proyecto que se propongan: grande o pequeño, trivial o formidable. Ojalá Santa Claus, el dragón blanco, los haya colmado de regalos y recuerden, antes de besar a sus madres (ellas ya tienen la educación de hacerlo), un poco de enjuague bucal no caería mal.

Publicado originalmente en La Jornada Aguascalientes.