Hit me baby one more time: el licenciado Enríquez, oriundo de Tepic, Nayarit, se enamoró de una teibolera en una carretera de paso al ritmo de Britney Spears. El licenciado Enríquez, un hombre recto por aburrido y desabrido (no bebe, no fuma y no paga datos para ver porno en los trayectos), a diferencia de usted y de mí, no tiene espacio ni tiempo para pensar si está cayendo en un centenar de lugares comunes, rasgo que compartimos ciertos neuróticos avezados en el arte de desempolvar los tomos ocultos de ciertas librerías de segunda mano; el licenciado ha sido secuestrado por el vaivén eléctrico de una señora voluptuosa disfrazada de colegiala y durante muchos años, no seré tan cruel para decir cuántos y ponerle fin a este asunto, habrá de entregar sus quincenas amable y gustoso a las uñas largas, blancas matte, de Britania (nombre artístico) y si eso es la felicidad de dos personas (en realidad son cinco, pero no entremos en detalles), quién es uno para enderezar las cosas y buscarle lo sabroso para ponerlo en lugares inesperados y escabrosos.
Los caminos de la vida: lo curioso de los lugares comunes es que lo inesperado y lo increíble son lo que siempre estuviste esperando y creyendo. Piensa mal y acertarás, decía la madre de doña Armanda y ya ven, unos minutos antes de morir, su cuerpo quebrado como muñeco de trapo en la sala de su casa, mientras esperaba para recibir a su tropel de familiares y amigos, a la señora se le apareció el Diablo. La carta que escribió doña Armanda, antes de que se la tronara una embolia, es en realidad una lista de malos actos dictada por Satanás. La oscuridad en la vida de doña Armanda: cuántas veces faltó a la escuela, cuántas cacas aventó a la puerta de sus vecinos homosexuales, cuántos perros viejos y desdentados pateó para sentirse en la plenitud de su fuerza, su edad y su poder. No digo que todos estos actos aborrecibles los haya cometido doña Armanda, pues es bien sabido que el Diablo es el maestro de los artificios y los engaños y posiblemente prometió algo falso o inútil a cambio de más vida y la escritura de una carta apócrifa. Además, ya muerto, ¿a quién le importan los lectores de las cartas?
Sinfonía núm. 5 en C menor, opus 67: I. Allegro con brío: son breves y felices las gentes que escuchan a Beethoven.
El satánico Dr. Cadillac: qué confiado escribe “gentes”. Lautaro tiene una misión personal en los foros mundiales del internet y es la reivindicación de la consonante adicional, el plural del plural. Se toma un mate, vapea su cigarrillo electrónico (sabor blueberry mint) y acaricia su larga barba como lo haría un villano paciente, la cual ha procurado a través de mimos y de halagos. Escondido de sus jefes en cierta agencia publicitaria, no importa cuál (todas son iguales aunque se venden como si no), se entrega a discusiones apasionadas en reddit, taringa y algunas páginas de Facebook. Es posible decir gentes, explica, cuando hablamos de comunidades plurales. Las gentes de México: gente del norte, gente del sur, gente chilanga, gente de quesadilla sin queso y con queso. Uno pensaría que esta discusión es arcaica, insulsa, pero está lejos de morir; siempre habrá alguien dispuesto a escribir gentes por un placer masoquista y alguien más lo corregirá por un placer sádico. Nadie se sorprende, lugar común, cuando a Lautaro se le aparece el Diablo, le pone una mano en el hombro y le entrega papel y lápiz. A ver Lautaro, dice el Diablo francamente fastidiado, escríbeme una lista de tus pendejadas y veremos si se me antoja salvarte la vida.
Rock me Amadeus: imagino a Lucía y a Luschka, un perrito albino dormitando a su lado, escarbando los cerebros de los muertos infelices con sus instrumentos. Las paredes húmedas, la iluminación blanca, el calor sofocante de un aire poblado. Hay personas que viven de estudiar cerebros, de tener en sus manos la memoria de los infelices que han sido secuestrados por el Diablo, o por su neurosis, o por el tiempo. ¿Qué instrumentos usa? Es una larga e imprecisa lista: escalpelo, martillo, taladro, cuchillo hidráulico, etcétera. Cuánto, de verdad, quiere saber un hombre común del rigor científico aplicado a la comisura gris intertalámica. Es preferible pensar en la ciencia como un misterio divino. Achtung! Verboten zu passieren.
Eu we hai hai u we: la canción divina, el rumor en el corazón de los hombres, el lugar común por excelencia de la humanidad. Es verdad: después de la destrucción, cuando todo haya terminado, no habrá rastros de amor o de odio, no habrán Dios y Diablo y nadie se suscribirá a nuestra lista de Spotify. Quizás, si tenemos suerte, sobrevivirá un eco primario (no la luz, pero el sonido) y este viajará solitario hasta los confines del universo; no podemos contar con ello, pero tampoco es una desgracia. A la sombra de los árboles aún podemos escuchar el cancionero de nuestros días restantes.