Los elefantes rosas de Dumbo: me gustaría estar presente en las juntas de los Disney Overlords, santos patronos de mi guantelete infinito, para escuchar lo que se dicen entre ellos (hombres y mujeres grises de trajes heredados): por qué necesitamos actualizar Dumbo, y El libro de la selva, y Bambi, y Mary Poppins. Qué datos generacionales y algorítmicos tenemos para presionar a las multitudes con su permanencia. ¿Será un juego de derechos de autor? ¿Un intento de manipular la cultura? ¿O solamente lo hacen por el cochino dinero? ¿Y si los illuminati, en realidad, existen en esa sala de juntas ratonera? Cuando lees de reojo las reseñas de Dumbo, no ves a la gente muy satisfecha: “sí, es Tim Burton siendo Tim Burton, el único que vale la pena es Danny Devito y se supone era una historia de animales, ¿por qué le metieron ahí a unos niños chillones?”. No lo sé, no la he visto, quizás debería antes de escribir estas líneas. Dumbo (su primera versión) fue la primera película que mi madre me llevó a ver al cine. Dice que la dormí toda. Mencionó, de paso, alguna vez entre bromita y bromita, “por eso ya no te llevaba al cine”. Creo que tenía tres años.
La madre de Bambi: o quizás esta fue la primera película que mi madre me llevó a ver al cine. Es hora de inventar un recuerdo, o dividirlo, o apropiarme de una ficción para incorporarla a mi realidad, desarrollar una personalidad a través de esta historia. ¿Eso intenta Disney? ¿Darme historias para llenar espacios en blanco? Lloré lagrimales con la muerte de la madre a manos de un cazador. Quizás, a través de animales, exentos de color y género, exentos de jerarquías sociales y embalajes culturales, podemos contar con que dios entretenimiento nos traduzca la crueldad básica del mundo. El cervatillo del bosque es el fantasma de un niño enjaulado, rodeado de abogados que gritan en algún idioma que no entiende. El malo tiene una historia, tal vez eso justifica su existencia, su maldito desarrollo, pero no deja de hacer maldades, míralo. Perdonar a Satanás está muy bien cuando señalamos el saco de almas que lleva cargando en la espalda. Mira, Bambi, no son cazadores, pero son patrullas fronterizas protegiendo el sueño americano. Otro tiroteo más. Mataron inmigrantes. Entre más largo el camino, querido Bambi, más peligroso.
La reina leona: los actores del rey león, una actualización más que estrenarán antes de la sirenita, otra actualización polémica porque invirtieron unos colores ahí (pero nadie se atreve a hacer una sirenita monstruosa, esperen un momento, claro que sí: lo hizo Guillermo del Toro [porque es mexicano] y hasta un Oscar le dieron por eso), hicieron una interesante sesión fotográfica para promover la película en alguna revista: se ven dignos y hermosos, bestiales y regios. No puedo olvidar, por otra parte, los créditos finales de la nueva versión de La bella y la bestia. Como en un cierre teatral, los actores en personaje se despiden, elegantes y humildes, ya curados de la maldición y del odio, de la audiencia. Momento catártico. El montaje tiene un cierto dejo de nostalgia, quizás esos son los botones que quieren manosearnos. Padre Disney quiere hacernos saber cómo fuimos construidos a través de sus historias, quiere recordarnos que son la guía de la infancia, que son los modos nuevos de educar a los niños y a los adultos sobre lo que significa ser humano. “Hay situaciones difíciles, sí, pero no lo olvides, tienes un amigo en mí”. Entra la música.
Los hermanos Grimm: exagero, quizás no hay juntas, pero diversos jefes compitiendo entre sí para encontrar el modo correcto de seguir exprimiendo dólares. Pizarrones blancos manchados de cronogramas, proyecciones, estudios demográficos. Un laberinto de sátiros acosando a jóvenes esperanzados, quienes sí crecieron con las versiones rosas de nuestro estudio encantado y preferido. “La culpa no la tienen las historias, pero los monstruos”. Si me preguntan, creo que algún ejecutivo ambicioso necesita probarse con la siguiente actualización para que le paguen sus bonos y le permitan tomar mejores decisiones, entretanto hace un viaje de Juliette para probarse el obispo más perverso entre sus colegas y corte a: muchachos de botarga hacen porquerías en el parque Disney. Pululante de monstruos, en los castillos ratoneros creo que los mejor preparados para sobrevivirlo son los lectores de los hermanos Grimm, esos que leyeron historias de degollados, ahorcados, cadáveres al rojo vivo, espíritus que desuellan la carne de los traviesos y que naturalmente desconfían de los extraños y de los prójimos porque podría ser una trampa, podría no haber tesoro, podría ser una excusa para llevarlo a la oscuridad y usarlo, triturarlo, violarlo y matarlo. Tal vez, no me extrañaría esto, jóvenes ejecutivos complacen a la audiencia y entregan productos lo más filtrados posibles para que nadie pueda hacerles competencia. Pero qué horror, ¿cómo se puede ser bueno sin un poco de maldad?