Una de mis grandes experiencias como gamer fue Diablo II. Podíamos jugarlo durante horas en la oficina. Nos desvelamos algunas noches, otras aplazamos el trabajo por un largo descanso (tres, cuatro horas) para seguirle. Alguna vez logramos una LAN party para juntar a ocho cabrones y recorrer todos los calabozos. El tiempo corrió entre nuestras manos como agua, entre la Coca-Cola, las papitas y la camaradería. Yo nomás decía, a veces, me voy a quedar un rato para jugar Diablo con los carnales y los compas. Los amigos que no solían tener juegos instalados en su compu también le entraron, y empezaron a interesarse por las armaduras, las habilidades y los hechizos; entendieron rápidamente la cuestión de los colores y de conseguirse un mejor loot. Éste juego los prepararía después para comprometerse durante un par de años con World of Warcraft. Otros estaban sumergidos en la música y el diseño. Yo estaba maravillado con la sinergia que provocaba el juego. Conseguimos un lugar común donde compartir, hablar y forjar una comunidad más allá de los espacios en la oficina.
Después de esa época de mi vida, ha sido muy difícil de replicar la experiencia comunitaria, ya que prefiero mayormente los juegos de una sola persona (aunque a veces juego Overwatch, y lo desprecio un poquito por el ámbito competitivo). Pero cada sesión de juego le agarré respeto y cariño a nuestro Diablo. Habían conseguido formar una gran experiencia a través de un diseño perfecto en todos sus elementos: mitología, bestiario, armaduras, componentes, hechizos, habilidades y atributos. Blizzard lo hizo otra vez, se ganó el corazón de la gente. Unos años después, compré Torchlight para jugarlo en esa misma oficina, ya que mi máquina principal era una Mac y no tenía muchas opciones de juego. No sabía por qué en ese momento, pero me recordaba todo lo que me gustaba de Diablo, lo que me había identificado con ese mundo y la estructura de juego. Quería recomendárselo a mis amigos para aventarnos otras de esas noches, contrariamente a mis preferencias de “jugar solo”, pero estaba diseñado para jugarse por una sola persona. Me perdí en ese juego unas 50 y tantas horas. Quizás más. En ese tiempo, Steam no registraba muy bien las horas de juego en una Mac.
Compré Torchlight II en alguna promoción pero lo dejé en la maldición del backlog durante unos años. Sabía que me iba a gustar porque veía pasar las reseñas y me felicitaba por mi adquisición, sin siquiera abrirlo. Luego habría de enterarme que el equipo original de Diablo estaba, de algún modo, involucrado con la creación de Torchlight. Una vez que lo empecé a jugar, me sentí arrastrado poderosamente a aquellas tardes y noches que jugábamos el Diablo en la oficina. En Torchlight II, todo estaba en su mejor posición: la música, las clases, las bestias y los monstruos. Runic Games perfeccionó su propia creación. Mientras que Torchlight se siente un prototipo, una especie de continuación, secuela y ruptura de Diablo, Torchlight II ya genera su propio mundo. Mi primera corrida de TII logró acomodarse como una experiencia estética que rememoró buenos momentos y construyó su propio espacio en estas tardes de encierro que me he dedicado a jugarlo.
Torchlight II es un RPG de acción que maneja cuatro clases que son básicas en este tipo de juego (madrazos – ingeniero, magia – mago del ember, asesino – berserker/salvaje y arquero – outlander/forajido). Hay opción, en un futuro, ya en niveles 60 para arriba, de obtener armaduras y objetos específicos para cada clase, algo muy conveniente de saber si te gusta la planeación de los personajes, diseñarlos para optimizar magias y daño. Creo, sin embargo, que el destino de todos los personajes nivel 100 en este juego es que se vuelven demasiado poderosos, sin importar lo que uses.
Jugué con mouse y teclado, no sé si hay opción para controles, pero tal vez pueda hacerse. Usando mouse y teclado me acomodo mejor cuando me toca este género de juegos. La colocación de los elementos es muy similar a otros juegos y no creo que cambie mucho. Quien conozca o juegue cualquier RPG, se sentirá en casa. Tampoco es difícil agarrarle la onda.
Hay una historia, pero es brevísima y su desarrollo es pobre, el jugador tiene que atar los cabos y ponerle carnita con su imaginación (de cositas), si así lo quiere y no entorpece sus planes de conseguir botín, acción y sangre; un mago del primer juego es corrompido y hace desastres en diversos lugares del mundo, tú lo persigues para detenerlo y recuperar un cristalito. Los mundos son generados al azar, no sólo las mazmorras pero también los distintos escenarios que navegas, lo cual cambia el juego cada vez que entras a él. Su método es muy eficaz, ya que toda mazmorra y todo mundo parece diseñado a mano y en casi 80 horas de juego, nunca pensé que faltara sentido en los recorridos. Aunque eventualmente los espacios parecen repetirse y los segmentos son muy similares entre unos y otros. Los adornos, la estética del mundo y los calabozos son fascinantes, permiten una relación sabrosísima con el juego y después quieres entender mejor el mundo que estás recorriendo. Lamentablemente hay pocas explicaciones. Me hubiera gustado un bestiario, un codex o un compendio de bestias, objetos y razas para leer sobre el mundo de Torchlight II.
Me gustó el diseño fantástico de las criaturas, las clases, las razas y las bestias. Por ejemplo, una de las razas del juego parecen ser unos autómatas steampunk que parecen una fusión entre las mil y una noches y wild wild west. Hay muchas razas de animales antropomórficos para darle variedad a la gente. El diseño parece un poco caricaturizado, como los inicios de World of Warcraft: manos y pies grandes, un poco exageradas en relación con el cuerpo. Algunas bestias son novedosas, como las que tienen su origen en los hongos (lol). Otras son normales: hombres lobo, vampiros (con otro nombre), fantasmas y esqueletos. Por cierto, el jugador no tiene acceso a las razas cuando diseña sus personajes: solo puede ser hombre o mujer, y escoger alguna clase.
En relación al primer Torchlight, ampliaron el sistema de mascotas. Puedes escoger una mascota de diversos tipos (perro, gato, alpaca, entre otras) para que te acompañe en tus aventuras y pelee a tu lado. Hay más opciones de pescado para que transformes a tu mascota en alguna bestia poderosa durante unos minutos. Otras mecánicas del juego incluyen el tradicional loot, cuya rareza está determinado en el color. Cada pieza de armadura o arma puedes llevarla con un encantador para que la mejore con un atributo o un espacio nuevo. Puedes conseguir gemas que también añaden atributos. Todo esto lo consigues con vendedores, abriendo cofres en el mundo, matando a campeones o jefes. Hay dos sistemas de experiencia: los niveles tradicionales, que te darán puntos para mejorar tus atributos y uno de fama, que solo sube cuando matas a campeones y cada nivel te da uno adicional para mejorar tus habilidades. El sistema de habilidades es uno más o menos convencional para este tipo de juegos: cada clase tiene tres árboles que puede seguir para mejorar a su personaje.
Torchlight II parece que todavía tiene activo un glorioso (sic, según leído en alguna otra reseña en otro sitio) sistema multijugador el cual fue muy venerado en su tiempo, pero creo que ya no está muy activo. Si lo quieres jugar con amigos, lo más conveniente es que les invites su copia o los convenzas de jugar juntos. Si has llegado al final del juego, ya sea con tus amigos o tu solo, puedes iniciar de nuevo la aventura o puedes conseguir los mapas del Mapworks, lo que te permitirá generar un calabozo aleatorio en ese momento para conseguir más loot y más oro. Una vez te has “cansado” del contenido original (cosa que veo difícil), ampliarlo todavía más con mods. Puedes bajar contenido gratis que va desde nuevas clases, nuevos calabozos, nuevos sets de armadura, además de mejoras en el diseño y el balance del juego. Torchlight II es uno de esos juegos que difícilmente mueren; una vez que lo abres, puedes quedarte ahí. Si buscas mazmorras, generación por procedimientos, mejor loot, un RPG de acción y un mundo bien diseñado en criaturas, iluminación y espacios, este es tu lugar.