Sueño con un hombre llamado Ayer. Sueño que pronto lo toparé en la calle. Podría ser mañana, podría ser en diez años. Sonrío. Escribo como charlatán. Recuerdo a una señora que me leyó las cartas y casualmente me presentó la visión de una rubia, robusta, de ojos azules en mi futuro.
Era su hija.
El sueño.
Ayer es tan nítido como si, de nuevo, tuviera a mi hermano exangüe frente a mí. La cabeza cuadrada de mi hermano. Él solía decir que un deseo oculto se disfraza de un sueño y, por primera vez, quisiera que estuviera vivo: necesito preguntarle más. Quiero saber de qué hablaba cuando decía que los sueños son los deseos ocultos, si tan sólo él estuviera vivo.