Categoría: De libros

Ende, el tienpo, y las cajas de libros

Hay una cosa que me hace ruido en “Momo” y es la ilustración del letrero. Generalmente Ende ilustraba sus propios libros, la faceta de pintor en su niñez-juventud difícilmente lo abandonó y al menos, supongo, en ilustrar pequeñas cosas se liberaba. En la edición que leí de Momo, de repente, aparece una ilustración de la pancarta de los niños convocantes a una reunión para contarles a los adultos de los hombres grises.

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Erotizar un libro (literatura histérica), y 375 libros gratis en Open Culture

Una obviedad: Al tener una representación física (es muy fácil decir que no, hoy en día, los libros son parte de internet y todos los días, cientos de libros nuevos caen al río), el libro también corre los riesgos de convertirse en objetos de fetiche. Gracias al Pornito y su sección SFW, llegué al proyecto de “Hysterical Literature”.

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El año de Proust

Este año comencé uno de mis proyectos literarios más ambiciosos como lector: Leer a Marcel Proust y los siete tomos de “En busca del tiempo perdido”. Quise, de alguna manera, que mis treinta años significaran algo como lector y escritor. Leer también es escribir (es un aspecto de muchos). Escritor que no lee sólo puede burlar una vez, o dos, pero eventualmente cae presa de su propia desidia y lo castigan como a un Karamazov. Quizás con lectores dedicados evitaríamos el tufo del plagio.

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Poltergeist, Proust, etcétera

Leo “Poltergeist”, una novela más que arrostró para llegar a mi biblioteca. (Bonito verbo, arrostrar, me gusta mucho. Es preciso, suena rico). Lo leí de niño. Tendría como unos nueve o diez años. En ese entonces me daba miedo. Repentinamente, mientras avanzaba las páginas esta tarde, recordé imágenes de mi niñez, momentos de la película y fantasías escabrosas, imaginadas, que tuve alguna vez mientras devoraba el libraco. La escena de Marty en el baño y en el espejo, la mordida, el payaso sonriente.

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Lo que va de Proust

Primero leía a Proust antes de dormir. Este es un engaño del primer tomo y de las biografías descuidadas: La perpetua enfermedad de Proust y como vivía desde la cama. Después del segundo tomo, uno se olvida del hombre enfermizo, débil, y las cosas se aceleran, muchos personajes pasionales e intensos hablan a la vez y sugieren todo, menos la vida perezosa del lector que se imagina al Proust enfermo.

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