Cómo el tiempo que es extraño… hay días en que me pregunto si fueron años desde el ayer. Me guío poco por el calendario, ya que en lo que menos confío es el registro dentro de mi memoria de los días que han sucedido desde aquel evento donde te acuerdas que tú y yo…
A veces tengo problemas con los años, a veces con los meses, a veces con los días y entre más intento indagar en ellos, se me van los detalles de la hora y los minutos, peor aún, si era de día o de noche, que suceso pasó antes o después que nos llevó a ello. Es por eso que soy tan querido con algunas fechas y les pongo nombre… y me aferro como idiota al nombre que justo les puse, ya que si se me llega a olvidar tantito, entonces volveré a lo mismo de la indagación. Asqueroso miedo de perder el pasado.
Yo recuerdo muy poco de cuando era niño, por eso me gusta pensar que nací con conciencia a los cuatro años y fue un día que me levanté y me di cuenta que estaba semi-desnudo y vestía unos calzones blancos, en un balcón de algún departamento en el rincón olvidado de Dios y alguna vez inventado por el hombre. En ese rincón había luz de día y yo con mi plena conciencia me dije a mi mismo: “He nacido y este es mi cuerpo. Sé que tengo gente que me cuida”. Luego dejé corriendo ese balcón, buscando a esa persona y me encontraba con todos, con mi tía Raquel, con mi tío Ángel a quien por una manía extraña empecé a llamarle Papá y recuerdo la barba que ya no trae ahora que somos hombres. También recuerdo a mi abuela, ¿pero qué era mi madre? Una voz, cuando nací ese día era una voz distante.
Ultimamente he estado recordando con intensidad ese momento, tal vez es uno de esos presagios o una de esas mentiras del subconsciente. A todos nos gustaría, como una fantasía inocente, regresar a ese momento que nos pega el sol y no sabemos nada, más que lo básico. Si las manecillas o los digitales fueran piadosos y regresaran el tiempo como lo tienen a su poder, habría hombres más dichosos en el mundo, de hecho, no habría hombres del todo y nuestro mundo sería una gigantesca cuna donde la balbucería sería el lenguaje universal de la charla y la chillona la de la tristeza, la risa de la alegría y la caca la de la mierda.
Otro de mis miedos terribles, fue saber que hay un lugar donde un ente llamado Satanás te tortura, es un cliché de película, estoy con pleno conocimiento de esto, pero aún así te lo contaré diario… Desde pequeño, saber del lugar llamado infierno antes que el cielo. Donde un terrible monstruo, que es representado por la más horrorosa de tus pesadillas, te está esperando con sus artefactos de tortura. Donde los sentimientos de alegría no existen. Y vives con temor de hacer algo malo, vives con la esperanza de que te hablen después del lugar llamado cielo.
Aún a la fecha, sigo temiéndole a Satanás aunque creo muy poco en Dios, y mis esperanzas se fundan en que cuando yo muera, Dios Cosmos será tan misericordioso que te llevará a formar parte del universo y como una entidad con ojos omniscientes, podrás mirar todo lo que quisiste en el pasado y en el presente, sin tenerle miedo a volver desear el futuro. En diversas ocasiones me recrimino y me digo a mi mismo, “No debo ser un hombre malo, no debo ser un hombre malo, no debo…”, un disco rayado que te persigue a donde vayas.
Y Satanás, luego tenía la forma de un perro… con sus dientes enormes y su espantoso ruido, capaces de oler el miedo según los niños. Al saber yo esto, pasaba aterrado junto a un perro, rogándole a quien me escuchara que no oliera mi miedo, que no me persiguiera, que no me hiciera daño, que no me mordiera para arrancarme una pierna. Escuchaba de perros que le mordían las orejas a los niños y les arrancaban pedazos de carne. A la fecha, sus ladridos a distancia me hacen voltear y pensar que están ladrando por mi, que estaban esperando por mi. A que me descuidara tantito para que corrieran a toda velocidad en mi contra y se comieran mis dedos para que yo no pudiera correr.
A Beatriz le mordió un perro, ella representaba el temor vivo cuando se le acercaba uno. Yo la comprendía secretamente y a la vez, me sentía orgulloso de que yo pudiera controlarme más para protegerla a ella. Es curioso como presientes que todos tus miedos se irán en el momento que la persona que más amas esté en peligro. Es noble. ¿Pero es cierto? Ese es otro de mis grandes temores, ¿Será cierto que te salvaré cuando sea el momento? ¿Será cierto que te cuidaré toda la vida? ¿Será cierto que cuando el perro te ataque, te protegeré con mi cuello aunque se beba mi sangre? Ese es el temor del futuro. El temor de los sueños que no se cumplen, el temor de no ser lo que siempre esperaste que serías.