Algún día tenía que pasar y sobre todo… justo como lo había previsto. En casting, los que trabajamos ahí, tenemos nuestros amores platónicos. Cryztales tiene un par, Feyo tiene una (pero no se lo digan a su novia), Cheques también tiene varias, Alex no lo ha comentado. Mi jefe y Josefa no tienen amores platónicos. Son personas con experiencia en el medio.
Yo tengo un amor platónico, a la que por razones poéticas, llamaremos Beatriz. Los antes mencionados, tienen sus amores platónicos por sus diversos motivos. Mi motivo, es muy sencillo… tiene el rostro de Cecilia (una historia que se ha soltado por medio de enigmas en esta página). Beatriz es muy distinta a ella, en cuanto al carácter, ya que regala sonrisas como si fuese millonaria y platica mucho, baila como diosa, es linda y no tiene mala actitud.
Éste medio realmente te enseña los estándares de belleza publicitarios. Y algo que es cierto, a pesar de cuerpos perfectos y rostros divinales… cuenta mucho más la actitud (No la inteligencia, no la belleza interna, no señores, la actitud). Puede ser que Beatriz se haya enseñado a ser así, para abrirse más puertas en ámbito tan difícil como la modelada… sin embargo, una conocida mía me comentó que desde preparatoria ella no tenía problemas para regalar sonrisas.
¿Qué fue lo que sucedió ese viernes? Bueno, primero… me enteré que Beatriz tenía novio, lo cual era de esperarse… en realidad, no era algo que me preocupara. Para eso son los amores platónicos, para hacerlos ideales e inalcanzables (creánme lo que les digo, en el caso de una modelo, es mejor mantenerlo así). Uno puede explotar el Byron interno con uno de esos y escribir cursilerías magnánimas.
¿Si no fue eso, entonces qué sucedió el viernes?
A eso voy. Primero, un pequeño background acerca de Josefa Guerrero.
Josefa tiene 18 años trabajando en casting para comerciales de TV, ya es una señora, madre soltera de una hija maravillosa. Josefa es de esos casos que se dan: Lo tenía todo y cuando murió su padre, lo perdió todo. Una señora que conserva un buen gusto, a manera clase mediera, perfeccionista en su trabajo y adoradora de la limpieza. No tiene empacho para guardarse sus comentarios, ¿a qué me refiero con esto? Nada de mamadas de la gente que te dice: “Yo no tengo pelos en la lengua y yo soy muy honesto”, no… ella simplemente te lo suelta y de la manera tan dulcemente diplomática que te cae como un saco de ladrillos.
Y sin groserías, no, no, no. Toda una mujer Josefa… de ella me agrada su honestidad. Aunque debes tener cuidado, porque como no tiene a bien quedarse callada y le encanta que la reten… es mejor que no le digas quien es tu amor platónico.
Eso fue lo que pasó el viernes, andaba yo muy tranquilo arreglando una computadora, cuando Beatriz pasa caminando por la puerta de la oficina y se queda ahí esperando su turno para pasar al foro. Josefa estaba ahí también, limpiando su escritorio como suele hacer, para no quedarse quieta.
Miré a Josefa de reojo, ella me miró de regreso. Yo abro un poco más los ojos mientras me murmuro a mi mismo: “No se atreverá” y Josefa sonríe de oreja a oreja. Mierda, que odio cuando los dos pensamos lo mismo.
-Tu le gustas a él -dice Josefa a Beatriz. La reacción incontrolable del cuerpo… la piel se me puso roja tomate. A huevo. Y luego si han mirado en la foto lo blanco que soy, puta… parecía que estaba hirviendo. Y después me puse a pensar que el novio estaba esperándola abajo… no, no, no…
En estos casos, cuando me veo en peligro, lo primero que hago es negarlo. Miré a Beatriz y le hice con los dedos en la sien el gesto de “está loquita esta señora”.
-No, no, Agustín -dijo Josefa -. Tú me habías dicho que Beatriz te gustaba y que le ibas a llamar ese día que te habías puesto bien borrachín, ¿y qué más comentas cada vez que la ves en video, eh?
Viene la segunda reacción de animal en peligro, aceptarlo todo de una forma ruidosa y exuberante-: Si, la verdad es que eres mi musa inspiradora desde que trabajo aquí -y no me acuerdo que más dije, porque hablaba tan rápido y con las frases tronándome una tras otra… mal, mal, mal.
Beatriz se vio muy linda y para salvarme, cambió radicalmente el tema-: Awwww… ¿quien hizo estas fotos?
Susurré gracias para mis adentros.
-¿Por qué cambias el tema? -pregunta Josefa, tan tierna y linda ella…
Beatriz hizo cara de linda niña que no entendía que estaba pasando.
-Dime, dime, ¿por qué me cambias el tema?
A punto de explotar, como tomate rojo, si señor. Afortunadamente abrieron las puertas del foro, Beatriz se metió rápidamente y Josefa y yo, nos miramos el uno al otro…
-Cabrona -le dije, eso le dije… y ella nada más me sonrió tan ampliamente. Yo busqué un cigarrillo con urgencia y me lo fumé con las manos temblando. Como niña de secundaria quería esconderme debajo de la cama.
Hace dos años ya que trabajo con Jorge Carrillo, y fue hace dos años cuando por primera vez la miré… su rostro era el mismo que aquel fantasma del pasado llamado Cecilia, le ayudaba mucho estar seria y fastidiada por esperar su turno para el casting. No me acerqué, hace dos años era demasiado tímido y muy impersonal con la gente… éste trabajo me ha cambiado en ese aspecto. (A Carrillo le encantaría escuchar que lo admito de una manera tan seria).
La identifiqué inmediatamente, la misma chica de aquel comercial de Doritos. Y en persona la vi más linda de lo que me hubiera imaginado… discretamente, le miré el rostro en diversos ángulos y los rasgos eran muy similares al humo que hacía imágenes con mi pasado, con su carita de “ya me quiero ir de aquí”.
Luego la miré sonreír, la diferencia está en los hoyuelos y las orejas, pero los labios son tan sorprendentemente similares. Un día ella apareció peinada con coletilla de caballo, como solía traerlo Cecilia, y estuve varios días pensando en esa imagen, sin poder despegarla de mi cabeza, dejando que creciera en mi cuerpo como un cáncer.
Ella se convirtió en mi ancla, en mis inicios. Porque fue a la primera semana que quería dejar aquel trabajo tan absorbente, tan demandante, que me hacía pensar que a mis 19 y con responsabilidades de hombre maduro. Quería renunciar, huir. Y a ella la miré caminando por esa puerta que yo abrí, todavía me acuerdo que me dije en broma: “Ya valió madres, nunca más podré dejar de estar aquí tan solo por esperar verla otra vez”.
Y hasta la fecha, cada que hay casting donde sé que Beatriz pudiera presentarse, estoy ahí… esperándola, preguntando si ella había venido cuando no estaba, tan solo por alimentar el amor ideal al puro estilo de Byron. Lo angustiante es cuando pienso demasiado y se que no espero a Beatriz caminando a través de esa puerta… la espero a ella, con su lazo rojo… aquel fantasma del pasado llamado Cecilia.