The Doors cantan y se enciende un cigarrillo. Se consume. Extraña los labios del verdugo. El café ya distribuye la cafeína en el cuerpo, una taza entera busca despertar a los músculos adormecidos. ¿Y la mente? Bien, gracias, bien, volando, bien, estática. Se escucha un débil susurro: “No quiero pensar” y hay otra voz, contundente, afirmativa e inevitable que dice: “Pero tienes que hacerlo”. Así se desata, poco a poco, el proceso mental. Aquel se pregunta quien es la voz y la voz, divertida, lo observa pensar… lo ha logrado. Ha logrado matar la pasividad pero nada más. Animal de rutinas se mueve como el homúnculo de un alquimista bastardo. Ahora él, sentado, prende el enésimo cigarrillo, admira el humo que vuela. Qué gracias, qué estática y piensa: “¿Quién es? ¿Quién soy?”.