We couldn’t say them
now we just pray them
Words that we couldn’t say
Funny ain’t it
games people play
scratch it, paint it
one in the same

–“Words that we couldn’t say”, del soundtrack de Cowboy Bebop.

He estado jugando estos días, claro que si, he estado jugando a que soy y no soy. He estado jugando a qué tengo en mi puñado los secretos del Mesías y su escribano, y también, mis ojos ciegos me impiden ver más allá de ese pequeño resplandor. Los juegos que jugamos, una frase de cliché y que explica más de lo que uno quiere creer a simple vista (cliché again). Es más importante de lo que parece, lo es, pero no estoy dispuesto a confesar nada. Le doy de comer a dos gatos y a un perro y ellos me creen Dios, mientras que limpio la jaula de los gorilas con sumo cuidado… no me vayan a arrancar la cabeza.

Son 3:32 de la mañana, tal vez debiera deshacerme para iniciar el día de hoy… olviden el párrafo anterior y hagamos como que esto, es uno de muchos otros días… hagamos como que esto es el diario personal. No he podido dormir porque tengo una historia pulsante en la cabeza, tal vez si podré escribir una novela experimental después de todo. Experimental, digo, porque sólo tengo el inicio y cuatro personajes, de los cuales tres, funcionan como una sóla entidad. (¿Regreso a la Trinidad?). La primera línea se me presentó como una propuesta vulgar y acabó, construida en mi cabeza, como un enigma que podría valer la pena desarrollar. Deconstruyamos el día.

Deshagámonos.

arbolsep-pix

La idea me golpeó en la cabeza, mientras la observaba jugar con el café. Dejaba caer pequeñas gotitas de su bebida, con el palito que usó para revolver el azucar, en un sobre vacío y que había alisado para tal efecto. Las gotas, se mantenían a una distancia irregular entre unas y otras, manchas estrelladas de café. Unas más grandes, otras más chicas. Ella platicaba de su hija. Ella platicaba de su hija y el probable regreso del padre a la rutina. Ella platicaba de su hija y se echaba unas carcajadas, con esa sonrisa amplia que se esconde, de repente, tras la seriedad de su rostro. Su amiga, mientras, le daba vueltas a un pequeño papelito que había pedido para escribir una frase. Estábamos en un OXXO. Me robó el cigarrillo. No debió, porque estaba enferma y su tos no sonaba como algo agradable.

Yo me comía una dona de chocolate y las escuchaba platicar. Ojeé el papel de la frase: “Si pudiera envasar tu silencio”… Mi cerebro se transformó en “análisis de la metáfora”. Se dice que la nueva literatura vendrá en “Notas”, “Servilletas” y “Graffitis” (y blogs). Platicaron del plan que tenían para mañana (no hay plan, Sherlock)… ella sugirió que probablemente debieran ir a la universidad y les dije que si, que me marcaran al celular y yo les serviría de acompañante un rato, si gustaban. O que tal vez me marcaran al finalizar las clases.

Y después, la línea me volvió a molestar y dije que tenía que irme. Por la hora, pensé que el taxi no me saldría barato y no tengo mucho dinero para gastar…

arbolsep-pix

Estaba entrando al cine con ellas. La película: “Diarios de motocicleta”.

–Vinimos a verla porque es del Ché –dijo la amiga, con un acento sarcástico y luego agregó–: Bueno, también porque sale Gael.

–Me imaginé que era más la segunda que la primera –le guiñé.

Ella se sintió cómoda en el cine: Desde el primer momento se quitó las chanclas y sus pies se recargaron en el asiento de adelante, evidentemente vacío. Si, desde que la conozco, así se expande. Así transforma los lugares como suyos, como hogar. Se expande, ¡insisto!, se siente cómoda. Cierto libido infantil –es la mejor manera que se me ocurre de explicarlo–. Casi al terminar la película me dijo que estaba valiendo la pena por el tremendo viaje, por los bonitos paisajes y por la canción de los créditos. Lo que dicen todos a los que les he escuchado comentarios de la película.

–Luego te investigo quien es –la apresuré. Le sonreí. Se hacía tarde.

arbolsep-pix

Estaba regresando a la oficina. Había salido con mi “hija adoptiva”. Es una historia larga que contar… uno de tantos secretos que existen y que por su simplicidad, confunden. Al llegar, sentía un poco de sueño y mi celular vibró… El mensaje avisaba que ya habían llegado a México, dejaba un teléfono donde comunicarme. Le marqué y acordamos de vernos en el cine.

Después guardé el número en mi celular y descubrí una bonita función: el celular detecta si hay un teléfono en el mensaje y también te lo incluye en la lista de números, si es el caso de que lo quieres guardar. El Nokia 1110 que todo mundo tiene, después de todo no salió tan malo… ahora querré que alguien me mande toda su agenda en un mensaje para guardar números a lo imbécil.

Juan Cuarlos se despidió en Thiers cuando vio que mi hija adoptiva me saludaba. Estaba pasando la calle con una sonrisa, moviendo ligeramente la cabeza. No es tan pequeña, ni muy grande, tiene dieciséis años. Siempre camina como si se divirtiera, tengo la impresión de que le agrada caminar: disfruta el verbo, no la descripción. Cuando nos dimos abrazo y beso, le dije que me disculpara por lo de ayer (le dije que no estaba de humor para leer sus impulsos autodestructivos). Y también recordé como luego la inundo de mi propia autodestrucción (distinto a deconstrucción). Me disculpó y la escuché hablar: me agrada escuchar su fluidez. Me agrada escuchar a la gente. El tiempo se nos fue platicando, entre un mokalate y el bosque de Chapultepec y… debía regresar a la oficina.

arbolsep-pix

Querido diario:

Tengo algo que contarte… El bosque de Chapultepec, de noche, es bonito. Es bonito andar entre sección y sección. Entre parque y parque. Es bonito descubrir a los árboles domados de noche, para alguien que está acostumbrado a la ciudad como yo. Es como entrar a otra vida y encontrar el triángulo de Bermudas donde misteriosamente desaparecen los coches y las luces y todos los ruidos horribles que hacen de esta ciudad, la ciudad de la neurosis.

arbolsep-pix

Le mandé un mensaje diciendo que nos viéramos, que iría a entregar un material cerca de donde vive y eso nos daría oportunidad de tomarnos un café. Quería ver si estaba bien. Cuando terminé mi edición y las listas con fotos, salí a entregarlo. Jorge y Juan Carlos iban muy cerca del rumbo, así que me llevaron.

Jorge me preguntó en el camino si tenía amigos, amigos varones.

Yo me sonreí y le dije que un par, que toda la amistad varonil que necesitaba en mi vida, la compensaba con el venezolano. Le dije que mis amigos, por lo general, estaban ocupados o tenían ya otras cosas que hacer. (Los dos que tengo). Fue entonces que hice recolección: tal vez por eso estaba, en ocasiones, tan incómodo en la preparatoria donde éramos puros hombres (hoy es mixta). A mi siempre me había gustado ver faldas, ver cabellos largos, ver blusas ceñidas, ¿qué se yo? En secundaria y primaria, en la calle, me sentía más cómodo si había alguna chavilla por ahí.

Con los chavitos, por lo general, me terminaba peleando. Por lo general a golpes.

Finalmente, Jorge entregó el material. Luego fuimos a otra productora, donde él se despidió de nosotros. Un ride, total. Caminamos Juan Carlos y yo. Traté de platicar con él, últimamente hemos tenido problemas. Nos dijimos poco, casi nada, como ponernos al corriente de nuestra existencia en unos cinco minutos, en lo que él llegaba a la avenida donde tomaba su camión y yo esperaba a mi hija adoptiva.