De eso no hay duda, cuando tomo una decisión, me jodo y acepto lo bonito y lo feo. Pues ya qué.
Todo se trata de tomar una decisión, darte cuenta de lo que realmente quieres. Si lo que decides es bueno o malo, nunca se sabe inmediatamente. Eso de las decisiones se toma su tiempo y requiere más que ver, superficialmente, cualquier ganancia o pérdida inmediata. Requiere que mantengas los ojos abiertos, las orejas con ganas de escuchar y te des cuenta de los eventos que han sido afectados, como una bolitaa de nieve que se agranda, por tu decisión. Ha pasado un año y mis decisiones han sido medianamente correctas, en algunos aspectos, y terribles en otros. Todavía no sé de ninguna excelente decisión que haya tomado, pero eso se verá en el futuro y finalmente, si contamos ese viejo cliché del aprendizaje, de la experiencia y el error, entonces en el futuro, sabré que mis decisiones mediocres o malas, fueron tomadas con la mejor de las intenciones, esperando una ganancia superficial, o al menos, una ganancia a largo plazo que nunca llegó y así, espero, cuando sea un viejo barbón muriéndose sentado en una silla de paja mirando al mar, sabré que adquirí un poco de sabiduría. Es el precio a pagar, no lo puedes tener, ni hacer todo. Con salivita y paciencia entra más que la cabecita,
got that bub?
Albures 101:
–Me duele la cabeza.
–Y eso que no te la he metido toda.
Las vidas en las ventanas me han parecido poco interesantes. Debe ser por su rutina. Por ejemplo, con las Gemelas, el Seat llega eventualmente, sea a dejarla o a recogerla (gulp). De ahí no sucede nada y ¡todo es tan aburrido! ¡Cáspita y recórcholis! Lo que me parece interesante, a veces, es el tiempo que espera el chavo del Seat y como recorre de un lado a otro la calle, en esa espera que llega a prolongarse hasta cinco minutos. Por esa espera tan aburrida a la que se somete, antes de que baje su nalguita (porque la nalga es la nalga), yo creo que se ve forzado a mirar mi ventana, a ver si descubre algo de su observador (sin necesariamente él, tener el conocimiento de que soy su observador). Santas esperas, Batman.
El chavo del Seat es apuesto y tiene un toque de metrosexual. Su cabello, sin fallarme una sóla vez, esta bien peinadito con gel, usa camisas sin playera abajo y suele llevar las mangas, ligeramente arremangadas. Una vez llevó un cuello de tortuga. Otra, una chamarra de piel beige. Usa lentes y el armazón de estos es ligeramente grueso, a la usanza retro. Tiene algo de clase y por el amarillo de su Seat, supongo que le gusta llamar la atención.
El otro día, supongo que la clase y la espera rindieron sus frutos una vez más, porque llegó como a las once y se quedó hasta las tres o cuatro de la mañana. Las luces de la ventana se apagaron en el intermedio. Yo sólo puedo suponer que a ella le dolió la cabeza, nada más…
En cambio, la ventana de Ropa Interior Morada sigue una rutina constante. Ella en las tardes, se lava los dientes y aprovecha ese momento para mirarse el rostro y el vientre. Por lo general, utiliza tops blancos, de tirantitos. Se los alza un poco y se admira el estómago, el vientre. También le gusta acomodarse el cabello. Como dije antes, supongo que lo hace porque esta embarazada o porque es bulímica / anoréxica. Sin embargo, descartando esas historias trilladas, sólo existe en ella vanidad.
La otra tarde hizo un cambio agradable. Tenía una blusa azul. En ese momento, entro alguien más y ella no volteó, siguió arreglándose el cabello. Un hombre, de espalda ancha, robusto, estaba junto a ella. Sus rostros borrosos se encontraron varias veces en lo que asumo, fue una simple charla habitual. ¿Marido? ¿Hermano? ¿Amante?
Es lo único distinto que he descubierto de la vida de Ropa Interior Morada.