A todos los del grupo les conocí desnudos: Horacio, el Negro, Azul, Eva, Marcos… estaban en la habitación del registro, las dos mujeres estaban en la cama con Horacio, mientras que el Negro y Marcos compartían un sillón. Almaguer y yo nos jalamos unas sillas que había alrededor. Estaban tomándose un café (excepto Eva, quien tomaba té), después de una de sus sesiones regulares. Reían, charlaban, me apretaron la mano, me incorporaron a la plática, saludaron a Almaguer como si fuese un padre y no debían ser aún más viejos que él (excepto Eva, que debía tener como unos treinta y cinco o treinta y seis años). Leer más.