¿Propósito? ¿Cuál es el propósito? ¿O mi propósito? Escribir con un propósito. ¿Qué pretendo conseguir o enseñar? Incluso, una banalidad como la totalidad de esta bitácora… ¿de qué sirve? A menudo me pregunto eso y me vienen distintas respuestas a la mente. Cuando pienso en trascendencia, se me hace inútil, hace algunos años abandoné el deseo agresivo de trascendencia, el que viene con la mente joven y mal educada. Aquí es donde me quedo mirando la pantalla en blanco unos minutos. ¿A poco si? No trascendencia, no creo, ya es difícil de por sí. Tantos queremos trascender a nuestro pueblo o nuestra familia (mínimo), que ya una trascendencia universal simplemente es desear demasiado. Pensaba más bien en un testimonio. No abandono escribir aquí porque en unos años será un testimonio. Eso si continua existiendo internet y todavía hay petróleo. Esas joterías. En el caso optimista, vaya, esto será lo que puedan leer mis hijos, y los hijos de mis hijos, y sabrán quien fui yo y que papel jugué en su educación. Dirán que de ahí viene el pesimismo, dirán que de ahí viene la sonrisa, y dirán que su abuelo, o el bisabuelo, fue un sexoso. Ja, trascendencia familiar. Se escribe esto con el propósito de que unas generaciones más adelantes puedan leer quien fue su viejo y que lo odien, o lo adoren con ganas. Ya será de ellos. ¿Ese es mi propósito? Creo que si, creo que es el más importante. Esto se escribe pensando en los chamacos futuros. Que si hubiera sido trascendencia o fama universal, ya lo hubiera dejado… no sirvo para eso, mis habilidades sociales no dan para el papel. ¿Una fama de quince minutos? Puede que, ya la he tenido varias veces, en distintas situaciones.

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Por ejemplo, sabrán que su abuelo, igual que su abuelita, era fanático de comprar esas loterías de “Rasca y Gana”. Y que su abuelo era de los que rascaba y ganaba, por ejemplo, pequeños premios de 50, 20 y 5 pesos. Que siempre que compraba, le salían dos veces los números grandotes (nunca tres) y mascullaba en voz baja: “Mierda… casi”. También, dirán que su abuelo alguna vez hizo un comercial y para él fue como ganarse la lotería. También, hablarán entre ellos que alguna vez se sacó un Yak! de Veinticinco mil pesos…

Pinche abuelo, tenía una suerte de repente el cabrón.