Era un panda llamado Pupú. Estaba muy triste porque veía colores por todas partes y cada que veía sus garras, y su panza, y sus patas, sólo podía ver blanco o negro. Envidiaba a la gente de distintos colores que lo admiraban todos los días en el zoológico, ellos eran cremita, y muy blancos lechosos, y marrones prístinos, y los otros bien morenos, harto prietos y negros azabache. El pobre se sentía gris. Él deseaba ser tan verde como el bambú que se comía y lo más que lograba era cagar en verde como el bambú que le alimentaba. Eso le alegraba un poco y por ello, comía, masticaba, engullía y tragaba tanto como podía. Más por verde que por casualidad, entre sus amigos más queridos, se encontraba Charly, el perico. Todos los días le lloraba aunque fuera por veinte minutos su deseo por ser verde. Y Charly trataba de animarlo diciéndole de la Naturaleza que nomás era así por capricho, y otras veces se exasperaba teniendo que decirle que por la Naturaleza de las cosas no pensara más en su capricho. El perico estaba más harto que comprensivo –no era fácil hacerse el admirado por la caca verde que Pupú le enseñaba maravillado una o dos veces a la semana–, pero aún así, quería mucho a Pupú, su mejor amigo. Fue así que un día el perico Charly se medio escapó del zoológico y voló por todo Chapultepec, hasta que encontró uno de esos maquilladores que disfrazan a niños, y niñas, a los pubertos desmadrosos, y al ocasional adulto loco. Le robó a un comerciante honesto uno de esos sprays que pintan de colores los cabellos. Se robó el verde por supuesto, y voló de regreso a su jaula, se metió por donde se medio escapaba diariamente para chiflarle a las palomas de Polanco, y esperó a que dieran las diez de la noche para darle la sorpresa a su amigo. Y en la noche se hizo una fiesta entre Pupú, el panda, y Charly, el perico. No descansaron hasta que el panda quedó completamente verde, y comieron bambú hasta el hartazgo, aproximadamente hasta las diez y media de la noche. Y el Panda durmió esa noche, bastante contento, pensando que amanecería verde.
Pero el Panda murió intoxicado de bambú con spray verde, sorprendiendo a muchos trabajadores del zoológico cuando fueron a despertarlo. Y Charly se suicidó, ahogándose en el lago de Chapultepec, al no poder lidiar con la culpa de haber matado a su amigo… Unos patos no supieron si reírse o preocuparse, temiendo que la gripe aviar fuera el motivo.
¿Cuál es la moraleja?