Llorando penas
se ahoga un pequeño,
pobre iluso.
Le compré cuatro dulces
y dije: ya cállate.
Escucho gritos. Estoy enfermo. Siento una extraña pesadez en la cabeza. Llevo una chamarra encima y se acumula el calor, se abren los poros, el sudor sale poco a poco. Escucho a un hombre atrancarse, su voz un poco falsa, como que la agrava a propósito, como que necesita demostrar su sexo a través de la voz, como que la erección se le sale por las vibraciones de sonido que despoja su garganta. El sudor es bueno, lo cura a uno, la enfermedad se vuelve humedad y se evapora, se dispersa, se contrae, se rompe. No soy médico, sólo hablo por instinto. Tengo sueño. Ayer soñé con múltiples habitaciones y múltiples personas conocidas y desconocidas, era como un circo, porque estaban maquillándose y su vestuario yacía en cada una de las camas. Y alguien hablaba insistentemente por teléfono, tal vez una recepcionista, y yo estaba agripado, pero no en el sueño (por cierto, me siento muchísimo mejor. Gracias a todos por sus buenos deseos) y mi novia estaba por ahí, y yo la buscaba en cada una de las habitaciones. Recibí un mensaje a mi celular: “Feliz cumpleaños”. Ayer mi hermano cumplió quince años (ahora, despierta en ti…), pero en el sueño yo cumplía años, y en teoría mi novia también, porque somos del mismo día. Pero en los sueños eso no importa: “Feliz cumpleaños”. Alguien me dijo, entonces–: Oye bastardo, tu padre hablará por teléfono para felicitarte, él fue quien mandó el mensaje. Asentí un poco sorprendido y después escuché el celular, pero no lo respondí y recuerdo que abrí los ojos, y me quedé mirando hacia donde creía que estaba el teléfono, esperando que sonara de verdad. Cerré los ojos otra vez, dormí y soñé con otra cosa que ya no recuerdo. Me gusta la palabra “bastardo”, no porque sea uno, sino porque de niño era una de las pocas groserías sofisticadas que me sabía y que podía decir sin recibir una cachetada. Alguna vez, hubo quien me dijo–: Técnicamente, si eres un bastardo. Así fue que busqué en un diccionario y me enteré que los hijos no reconocidos, o los hijos abandonados, hijos de la casa chica, tienen ese nombre. Sin embargo, de ser un buen bastardo (en el sentido más estricto de la palabra) no tendría tu apellido, ¿no es así? Y mis orejas se abrieron y cada que escuchaba la palabra, prestaba una atención minuciosa, analizando si era utilizada correctamente. Bastardo. Bastardo. Bastardo. Vas tarde. Supongo que los bastardos eran personas más agresivas, más violentas, personitas acomplejadas por su destino, y que por ello el término se empezó a utilizar para clasificar así a una persona (agresivo, violento y acomplejado). He llorado mi bastardismo, si, pero dos minutos cada año y después me tranquilizo: Nunca me ha detenido para hacer lo que de veras me importa.
Es cierto: El ocio se disfruta mejor con la persona que deseas estar.