Veintiún fotos a la luna. Ya llevamos rato acampando y los grillos no dejan de hacer ruido. No es que me molesten los grillos, de chiquito yo recuerdo que vivíamos en un departamento donde a veces se colaban un par y no dejaban de tocar musiquita, como diría mi madre. De niño me gustaba pensar que no estaba encerrado por el concreto y el ruido de los coches, y que los grillos eran como soldados procurando que no perdiéramos ese sentido por la naturaleza. Dieciocho años después: aquí estoy, acampando con mis cuates, escuchando a la misma fábrica de donde provienen… no me hará mal ser un poco honesto, de verdad ya me molestaron los grillos. Es que uno o dos no son problema, pero cuando son treinta o cuarenta de ellos, ya es molesto. Una vez creo que soñé con grillos, pero francamente no lo recuerdo bien.

Veintidós fotos a la luna. Afortunadamente mi compañera de tiendita duerme pesado, porque si no el flash ya le hubiera puesto neurótica y no la culparía, pero es que aparte de los grillos, allá donde se divide el mundo seguro del mundo natural, se escucha como truenan las ramitas y como otras cosas aprovechan las hojas secas, o los árboles, para esconderse. No sé porque acepté venir, si sé que soy un hombre sedentario, demasiado ligado a la ciudad, a la seguridad de mis cuatro muros. Bueno, la razón esta roncando a cinco centímetros a mi derecha, si. Y si todo sale bien, me quedan otros dos días para continuar disfrutando mis motivos. Sin embargo, este miedo que siento por las noches, a lo que no sé que hay allá afuera, me pone con los nervios de punta. No me da miedo lo grande, no creo que haya algo grande allá afuera, no como el elefantito que se imaginaron los chamacos de los libros de texto de la SEP… sino me da miedo lo chiquito, las arañas, los escarabajos, incluso serpientes. Seguro hay un par moviéndose por las copas de los árboles buscando la presa. Espero que el flash de la cámara sea suficiente para ahuyentarles.

Veintitrés fotos a la luna. Trataré de enumerar a los grillos por la cantidad de ruido que hacen, así sabré si alguna serpiente esta por ahí comiéndoselos. Aunque también puede ser una rana, aunque no he escuchado nada croando, o tal vez no estoy educado para identificar los ruidos que hace una rana. A lo lejos, se escucha algo que mueve los árboles, que esta pisando las hojas, deben ser muchísimas serpientes, puedo apostar que es eso. Mi compañerita de tienda me pone la rodilla encima donde me gusta, lamentablemente estoy tan cagado de miedo que no creo funcionar correctamente. Murmura algo como si fuese un niño y su murmullo se alarga como los quejidos de algo que camina allá afuera. Probablemente será Tirso, buscando algún arbolito para orinar o algo así. Es el más experimentado de nosotros. Acostumbra a irse de campamento con cuanto extranjero se le meta en el camino. Y ahora los afortunados fuimos nosotros, sus amiguitos, que de alguna manera también somos extranjeros a este mundo. En total somos cinco de nosotros.

Veinticuatro fotos a la luna. Tirso no se acerca para preguntarme que onda, los pasos se escuchan cada vez más cerca, son pesados. Si es un perro de alguna clase, seguramente si me asomo veré como le brillan los ojos. Mirando el destello nocturno que producen los ojos de los animales, siento que estoy ante algo misterioso y un poco infantil, pienso que me agradaría que así brillaran los míos. Tal vez si me asomo, el animal o humano que esté allá afuera, se espante, se cague del miedo y salga corriendo. Sería una buena travesura, ¿pero qué tal si al asomarme vuela una araña y se me pega al rostro? No. No me suena agradable eso. ¿Alacranes? ¿Hay alacranes en los bosques? Para la otra prometo investigar en internet la fauna de este bosque, porque aun cuando Tirso es un hombre muy experimentado no es nada hábil como guía para los novatos. Será que eso de los bosques lo tiene en la sangre y educar no.

Veinticinco fotos a la luna. Algo esta moviendo las bolsas allá afuera. Será Paola buscando un hershey’s, tal vez condones. Mi compañera ya quitó la rodilla, un peso menos de encima. Me he levantado un poco para asomarme. No creo que pase nada, ¿verdad? Estoy acompañado de cinco personas. Si grito como niña seguramente salen los otros cuatro y nos enfrentamos a la víbora o al perro, o al ser humano que esté allá afuera moviendo las bolsas. Veintiséis fotos a la luna. Estaría muy mamón que fuera un hombre lobo. O el chupacabras. Mi abuelita una vez me contó, que viviendo en su departamento a seis pisos de altura, se asomó por la ventana y miró algo en el techo de otro edificio… dice que miró algo que parecía un león y entonces se asomó a los pasillos de abajo, e identificó hombres con lámparas, palos y tubos, caminando a aquel edificio. A mi se me hizo algo muy extraño. Se escuchaba absurdo pero por un momento, le concedí la verdad y pensé que podía ser posible que algún vecino loco se trajera un león de contrabando y la mejor manera que se le ocurrió para esconderlo fue en el techo del edificio. O que de verdad fuera el chupacabras. Veintisiete fotos a la luna… ya merito, ya puedo abrir un poco más la tienda, asomar la cabeza… y veo una sombra en cuatro patas… moviendo las bolsas… su respiración pesada… con el flash resolveré el misterio…

¡No mames! ¡Un os…!

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Foto de Aroma de Luz.

Este cuento forma parte de los fotocuentos que escribí en este blog.

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