Fest tiene trabajo que hacer, lleva ya un rato en ello. Entre que una fórmula estaba mal y en que no había capturado dos datos, el tiempo se le movió un poco adelante. Nada que no se resolviera en diez minutos. Tiene algo de hambre, no ha desayunado y no ha comido. Escucha como su estómago se queja y espera que dos cigarrillos sean suficiente. Antes, recuerda, le gustaba decir que su desayuno era un jugo de naranja y dos cigarrillos. Ahora no tanto, cree que su estómago ha crecido y no lo dice por el tamaño de su panza, la cual ha aumentado de tamaño considerablemente en el transcurso de un año, sino por cómo este ha empezado a subir en la escala de prioridades según su cerebro. Si antes pensaba en “Trabajar”, “Editar” y “Manosear nalgas bonitas” en un nivel prioritario más inmediato, ahora piensa en “Comer”, “Escribir”, “Estudiar”, “Leer”, “Comer”… y así, cuantas instrucciones uno guste meter dentro de aquel mazacote ordinario.

También tiene algo de sueño.

Leyó el libro de “Cómo me hice monja” de César Aira y dos personas le han pedido una opinión al respecto (Fander y Magda). Recuerda que el libro lo leyó rápidamente, que se le hizo entretenido y que la construcción del personaje principal le gustó mucho. Un niño que se refiere asi mismo como mujer, un niño con rasgos femeninos bien elaborados. Fest piensa que en una novela, los hechos vienen de manera secundaria, siempre y cuando se tenga un personaje creíble, el lector pensará que las circunstancias más inverosímiles pueden ser posibles. Aunque el personaje es un tanto confuso, por esa (posible) dualidad sexual que representa a tan temprana edad, llega a ser creíble. Fest no pensó en como un evento tan sencillo desencadenó la serie de tragedias hasta que cerró el libro y tuvo oportunidad de meditarlo un poco más. Le hubiera gustado, por ejemplo, encontrar más recordatorios sutiles del evento que lo disparó todo, piensa que ello le hubiera dado más potencia al final, lo hubiera convertido en algo inexorable. Sin embargo, todo se manejó al respecto de los pensamientos del personaje principal y eso dio poca oportunidad de recordarle que un helado echado a perder empezó la cadenita de desgracias. Finalmente, fue como un crimen muy a lo Dostoievski, uno no puede escapar del castigo.

Eso es lo que Fest ha pensado del libro. No piensa releerlo.

Donde él se encuentra hace algo de calor, aun con la ventana abierta. Mira el cigarrillo prendido, consumiéndose y piensa si será el culpable de que el calor continúe acumulándose en la habitación. Probablemente no, por lo general las incomodidades son coincidencias que se acumulan: el sol de la tarde, los materiales de la construcción, el humo del cigarrillo, la cantidad de personas en la habitación, la corriente de aire inexistente que no pasa por la casa. Para resolver las incomodidades hay dos métodos: arreglarlo todo de raíz, deshacerse de todas esas coincidencias hasta anularlas; O bien, ocuparse de una solución inmediata, temporal y no tan definitiva. Fest salió hace unos minutos y compró una coca cola fría, tomó un vaso, le puso varos hielos y lleva rato tomándoselo.

Y así, el calor ya no le ha molestado tanto.