Hoy me declaro un pendejo. No un super pendejo, pero si un pendejazo. El señor Sámano escribió un post que me he detenido a releer como unas tres o cuatro veces, y también, de repente, abro los comentarios a ver si alguno de ellos me ilustra en cuanto a “lo que estoy buscando”. La cosa es muy sencilla: Leo el post y no lo entiendo. Entonces hice algo que no debí: seguí las ligas y, si no es por Lulú Marina, me hubiera sentido completamente perdido en cuanto a lo que creo pretende buscar Sámano. Digo, él quiere La Razón, creo… entender más o menos de que va el rollo. Lo que no le gustó es que nadie pueda dar una Razón y que el mejor método que nos pueden ofrecer nuestros queridos intelectuales para entenderla es… saber de antemano que no podemos comprender del todo al otro, y es por ello que no podemos llegar a una “Razón” colectiva, universal o casi absoluta. Y así, en estos días dónde casi todo lo que se habla en mis blogs preferidos es política, ya sea de una manera divertidísima o pretendiendo ser analistas políticos. Incluso en otros blogs, donde doy click por error, y se habla de los trapitos del señor López y del señor Calderón, existe esta separación, esta noción del país dividido, cada uno se monta en su burro y es tanto que me da envidia, porque fácilmente entre todas estas personas, ya se han escrito tomos, y yo, mientras tanto, ando en una pendeja lucha por mantener encerrado a un cacto en la casa para que no salga a comer niños y gatos.
Hablando a un nivel personal: Yo estoy dispuesto a empatizar contigo si me doy cuenta que tienes la misma delicadeza conmigo. En lo que sea. Desde que te ofrezco un refresco yo puedo entender que te guste la porquería de Pepsi, el NESTEA o esa chingadera de agua quina, si tú no me comentas que la Coca Cola la usan para lavar los caños. Si tienes la chispa para hacer el comentario, entonces debes estar dispuesto, también, a disfrutar mis jocosos comentarios. Sin embargo, eso es simplemente tolerar, no es entender. Yo sé a un nivel que a otra persona le gusta el NESTEA porque:
- Creció con él.
- Realmente le sabe muy bien.
- Le recuerda al té que le hacía su abuelita de chamaco.
- En serio, cree que se verá igual que los modelos de los comerciales.
- Le gusta, nada más le gusta, en serio le encanta. C’est fini.
Yo siempre hago una pausa para repasar esos puntos y pienso que seré correspondido. (Aunque no siempre sea así).
Cuando hablamos de partidos políticos, la cosa se vuelve un poco más compleja. De hecho, cualquiera que piense que el partido político de su elección es el mejor, pensará que este análisis reduccionista y simplista, es un error muy grande y pensará rápidamente, como si fuese matemático, los argumentos que se sabe para defenderlo. Ahorita, alguno de esos politiquillos de hueso colorado, ha de estar esperando si soy perredista, panista o hijo de Beatriz (la de la sonrisa bonita). O peor aun, ya me habrá encasillado al color de algún partido y yo, ignorante por completo de mi condición, estoy cayendo en su inteligente y concatenadísimo discurso que esta a punto de soltarme. Y ese es el problema. Que la explicación de los juegos políticos esta basándose demasiado en los colores de sus partidos y sus ideales. Parecen olvidarse de lo primordial: QUE ESTO NO PASABA EN MÉXICO.
Ni López Obrador, ni Calderón, ni el señor Sámano, ni Lulú Marina, ni yo… ningún mexicano, en su vida, había presenciado unas elecciones como estas en la historia de México. La Razón que busca el señor Sámano y la razón que buscan muchos panistas (así como perredistas), es saber ¿por qué la Ciudad de México tiene que sufrir con las calles cerradas? ¿por qué el señor Calderón no se defiende? ¿por qué no contamos voto por voto? ¿y a chingá, por qué no habríamos de tomar Reforma si yo lo arreglé? ¿qué no revisamos ya las leyes? ¿cómo podemos confiar en las instituciones que durante años han sido un hervidero de corrupción y compadrazgo? ¿acaso, no es el momento de confiar en estas instituciones? No es que tengamos que entender al perredista que esta acampando, y no es que tengamos que entender al panista que se ve forzado a salir con su iPod al metro. No podemos entenderlo porque es una experiencia nueva. Podemos fascinarnos, si, y podemos tratar de explicarlo, también, pero esto no es un experimento que requiera racionalización, es un proceso evolutivo para llegar a un fin donde tenemos que ser más observadores que actores. Si el sistema anterior se quebró porque ya estábamos entrando a una entropía social, es ahora que estamos en proceso del siguiente cambio y ese proceso involucra comerse unos chilaquiles en “Mi Luchita”. Si este sistema se vuelve a quebrar, entonces habrá otro cambio (dónde el temor y el gusto de los ortodoxos es que haya otra revolución, pero nah, no creo, ahorita estoy orgulloso de mis muchachotes que aprovechan la casota de Av. Reforma que arreglaron). Así que lo sencillo es pedirle al mesero que nos traiga chilito, limón y un cafecito, porque va a tardar un rato. ¿Pero qué hace una persona cuando se enfrenta a situaciones nuevas qué no están explicadas, catalogadas, documentadas, racionalizadas, ficcionadas, adornadas, en un libro, una película, un periódico, las memorias del abuelo, en los graffittis de eje 5 sur y alta tensión?
Fácil.
Chingaderas.