Fest soñó que tenía una armadura. No podría decir exactamente como era, sólo que le cubría todo el cuerpo. Usando esa armadura, tenía que pelear contra otras personas que también la tenían. Se construían a partir de pedazos aislados, como cascos, placas de cuero, petos, ócreas, corazas de piel, culeras, botas de hierro y cintos. Estos pedazos aislados, por ejemplo, se podían intercambiar de lugar, es decir: la ócrea se ponía en los codos, el peto podía amarrarse alrededor de los muslos, había gente que usaba las corazas de piel como escudos y otros tantos, usaban el casco como sus armas. Sobra decir que había armaduras muy extrañas, donde ninguno de los pedazos correspondía a su lugar original. En el sueño, más de una vez le tocó que algún soldado le atacara usando su casco. Tomaban impulso con el cobre en sus manos y le golpeaban en el pecho. A Fest se le iba la respiración, como el impacto que provoca un disparo en un chaleco antibalas, se levantaba y se abalanzaba contra quien hubiera cometido el ataque. Fest peleaba como si estuviera jugando americano, aunque no estaba consciente del todo de como era su armadura, sabía que era suficiente cualquier empujón con ella para dejar fuera de combate a uno, o dos, o tres. Miró, por casualidad, a un hombre que tenía una armadura roja y notable, una armadura completa. Pensó en ese momento que debía tener cuidado y que debía matar a ese hombre de inmediato, porque como su armadura sobresalía entre todas las demás, intuyó que él era una clase de líder y la persona que provocaba la guerra que estaba sucediendo.

Escuchó una voz en su cabeza en cuánto se dispuso a atacarlo–. No debes matarle –dijo la voz–, su armadura roja no quiere decir que es un líder o tu enemigo. Su color representa el de un guía, un navegador, alguien que sabe exactamente a dónde ir. Si quieres salir de aquí con vida, debes seguirlo.

Asombrado por lo que dijo la voz, Fest se detuvo en medio de la batalla y admiró la armadura roja de aquel hombre, era una armadura roja y brillante. Un guía o un navegante, se quedó pensando un rato en el significado de ello (si es que había tal), tal vez me gustaría ser uno de ellos. Un hombre que usaba rodilleras de oro en los puños se acercó a él y lo invitó a pelear. Fest se levantó, extrañado por su consciencia, no se sabía tan guerrero. Se abalanzó contra el otro, pero las rodilleras que tenía en los puños eran suficientemente resistentes para hacerlo a un lado con un pequeño impulso. Ambos se sonrieron, entonces Fest pensó que había encontrado un rival. Últimamente ha leído muchas historias dónde una rivalidad no sólo involucra aplastar al otro, sino que involucra cierto cariño o cierta amistad. El concepto de rivalidad, en esos mundos, es como encontrar un hermano, o el amor de toda tu vida. Es la persona que puede frenarte, detenerte, repelerte y que tampoco puede vencerte. El hombre de los puños de oro también sonrió, chocó las rodilleras contra las manos y lo retó a que continuara. Si Fest se sentía el soñador de esos guerreros, entonces acabó por convertirse en uno de ellos, peleando contra aquel hombre de los puños dorados durante una eternidad.

Cuando despertó brevemente, a las seis de la mañana según su celular y a las cinco según su pocket pc, se dijo “Que sueño tan chingón” y anotó pedazos de este en su pocket pc, junto con una promesa que decía “Vas a escribir de esto”. A los diez minutos, volvió a quedarse dormido.