Hoy, en el metro, un hombre se acercó a mí y empezó una conversación. Su plática era común, un hombre solitario hablando del clima y otras cosas. Traté de ser agradable y complaciente, pero empezó a dolerme la cabeza por su banalidad. Casi no me di cuenta cuando pasó… pero repentinamente vomité encima de él. Él no estaba complacido, y yo no podía parar de reír.
Cuando escribas un diario, me dije, procura decir cosas que no te arrepientas. Por eso no los escondo, tampoco hago mucha bulla si alguien los lee. Mis diarios no son privados, porque lo escondido se queda en mi cabeza y ya. Dicen que es idiota escribir un blog esperando no ser leído. Es igual de idiota mantener un diario bajo llave y no tener la noción de que alguien lo leerá alguna vez, o que tendrás que leérselo alguien, o bien, que quieras compartirlo con alguien más como señal de absoluta confianza. Me asombra la gente que intenta ser el amo de la encripción y esconde detalles, cambia nombres, situaciones y lugares, pero no se aguanta explicarle a alguien el código. F es Federico. La Rue Morgue es el hotel dónde nos vimos. ¿Oh, y por qué La Rue Morgue?, porque estaba tan tieso como un muerto. Así, indefinidamente, inventamos una vida que no es la nuestra y el propósito del diario se pierde.
Por eso, todavía recuerdo el diario de John Doe, y me hubiera gustado leer sus tantos otros cuadernos. Cuadernos que no existen, y sólo son un detalle para disparar la imaginación, construir el personaje. ¿Alguien sabe a quién me refiero? 200 puntos.
50 puntos extras por el nombre del personaje que lee el diario.