Soñé que iba a morir. De hecho, fue emocionante, porque soñé que moriría matándolo en retribución, una especie de accidente durante una pelea que se cobraría con nuestras vidas. Él, era un hombre canoso, robusto, con voz grave y malo, muy malo (Uhhh, meyo). Soñaba que arruinaba la vida de mis amigos, los desaparecía o los asesinaba. En el sueño estaba consciente de ese futuro a través de sueños o premoniciones, como el tipo de los 12 monos, o de La Jetée… pero al contrario de ellos, estaba ansioso por enfrentarlo. Siempre estoy ansioso por el futuro. Si algún espíritu travieso se presentara y me contara el porvenir, manejaría a hacia allá a toda velocidad para estrellarme y morir, renacer, todas esas pavadas. Cada etapa es una muerte chiquita y una resurrección.
Acompañaba a alguien en un viaje, a alguien que podía ser yo y no lo era. Diría que era un primo, o un alma gemela. Estábamos juntos en una camioneta, con amigos comunes y viajábamos por toda la República para buscar a sus hermanos. El malo viajaba con nosotros, pero no se había declarado como tal… estaba fingiendo. Yo sabía quien era él por mis sueños, pero no lo comentaba porque pensaba que los otros no me creerían. Movía las piernas ansioso, quería que me dieran el volante… sí, ya quería estrellarme, quería morir junto a él. Llegamos a una estación de trenes rápidos y me sorprendí, porque una parte de mi consciente estaba segura que eso no existía. Trenes rápidos que conectaban a toda la República. Monterrey y Guadalajara, por ejemplo.
Llegamos a un lugar que parecía un hospicio, mi primo sacó una fotografía y empezó a preguntar por su hermano. Mis amigos se dispersaron. El malo se disculpó, se subió a su camioneta y habló de invitarnos a comer. Persistía en fingir… pero tenía la impresión de que conocíamos nuestro destino. Tuve una revelación, el malo era yo… o una especie de doble, sólo personas así de íntimas podían conocer su destino común y aceptarlo. Él se retiraba para empezar una cadena de eventos cuya finalidad sería nuestra muerte. La persona en que podía convertirme si continuábamos con esto. Cuando terminaron mis pensamientos, tan mamucos, descubrí que no era un hospicio, sino una casa de casting. Los niños se habían disfrazado de pordioseros para un comercial. Entre los niños se encontraba el hermano de mi primo. Sabía que después de encontrarlo a él, tendríamos que buscar a sus hermanas… al menos él, porque mi viaje era otro. Por fin, el futuro en un declive, sin frenos, exactamente a dónde siempre quise ir.
Desperté, pero no quería hacerlo. Los sueños de muerte no se abandonan tan fácil.