Pues el día siguiente que va la Matilda a conocer al Borneos. Yo estaba tratando de explicarle a Borneos como era la jugada, algo un tanto difícil, porque si Borneos jugaba… siempre era en la banca. En la preparatoria, sabes que hay dos tipos de ñoños… los normalitos, que de alguna manera pueden integrarse a la sociedad e incluso su ñoñez es bien recibida… y los über ñoños, que son muy inteligentes, pero su rareza los separa totalmente del grupo. Borneos era el über ñoño de toda la preparatoria: siempre llevaba su bufanda y sus cuellos de tortuga, aún cuando hacía calor. Tenía unos ojos grises, profundos. Delgado, casi hasta los huesos. Su cara alargada y su nariz aguileña. Supe de algunas niñas que quedaron prendadas de él, por su inteligencia, por su porte de héroe byroniano y sus cejas espesas, pero nada más prendadas. Borneos nunca se interesó lo suficiente como para darles entrada. Era un chavo complicado.
Cuando lo invité a trabajar conmigo, ya tenía nuevas manías. Una de ellas es que no podía hablar directamente con cualquiera. Necesitaba un teléfono celular para hacerlo. Si quería preguntarle o pedirle algo, debía acercarme mi celular a la oreja y decirle, por ejemplo–. Borneos, necesito un par de cafecitos, no seas mala onda y ve por ellos… ¿va? –entonces Borneos me respondía usando su celular–. Ok, Agustín. Voy por ellos –al principio era muy extraño, hartante, desgastante… pero la creatividad de Borneos, había ayudado a que mantuviera su trabajo. De vez en cuando, trabajaba como freelance en las agencias de publicidad para escupir una idea tras otra. Borneos, el del celular, así le conocían. No sé porque trabajaba conmigo, si bien podía ubicarse dónde quisiera. En juntas había visto como se desenvolvía–. Callado, expectante, pero cuando era su turno, era muy insistente con sus ideas y era hábil con las palabras, siempre y cuando tuviera el celular pegado a la cabeza. Vi cómo vendió dos ideas. Un comercial para un insecticida y otro de, je, celulares.
–Sabemos del refrán de las moscas y la miel. Es un refrán que forma parte dentro del colectivo mexicano. Si queremos vender un insecticida que huele a miel, es muy sencillo presentar un CGI de la miel y las moscas acercándose a él. Tan pronto las moscas se acercan, caen muertas y el CGI debe verse más radiante, más iluminado. Un pequeño comercial de 20 segundos, no necesitamos más. “Matabichos Miel”. MM. “Como moscas a la miel”. Los objetos básicos dentro de este comercial, todos llevan una M: Matabichos, Moscas, Miel. Olor a Miel que atrae a las Moscas y las Mata. Luego, si gustan, una viñeta donde una señora abrace a su hijo. Eso dará una noción de seguridad y de familia. Un producto inofensivo que debe formar parte de cada hogar.
Recuerdo que asentí y luego miré a mi alrededor, los había dejado calladitos. No quise romperle la venta a Borneos usando el lado práctico de la vida: ¿Cómo asocias un producto natural, endulzante, delicioso… con un veneno? Aunque incluso pasa en la vida, ¿no? A las nenas les ofreces alcohol para cogértelas y Catalina Creel mataba poniendo veneno en el jugo de naranja. El chavo había hecho la debida separación entre las alimañas y los seres humanos. Finalmente, mi opinión no tenía valor alguno. Después de todo, mi trabajo era venderle a las doñas y a los niños. Nada más.
–Los celulares son nuestra puerta abierta para mantenernos conectados hoy en día. Si presentamos a un chavo manejando su coche, con un manos libres, por las calles de la Ciudad de México, estaría bien que a través del celular sus amigos se presentaran en el mismo coche. Es decir, con cada llamada que hace, uno a uno, su novia y sus amigos, ocupan los asientos y le acompañan. Podemos presentarlos como pequeñas transparencias, para definir que no son reales, pero aún así estan cerca de él. No lo dejan solo.
–Espera. ¿No traería eso problemas? Porque estarías definiendo una posible situación de locura. El chavo esta loco porque sus amigos aparecen e interactúa con ellos, aún cuando estos son “fantasmas” –quiso replicar un cliente.
–No. Últimamente tenemos un fenómeno Matrix. Estamos todos conectados, no matter what, y como nos encariñamos con esas personas que no vemos, pero si hablamos… provoca el sentimiento de cercanía y puede anular la soledad. No debemos enfocar el comercial a la probable locura del chavo, porque esa locura ya no existe. Todos los que estan cinco generaciones abajo de mí, hijos de internet, nuestro target principal, saben y conocen esa sensación. Pero si gustan, es posible que durante el comercial, mientras platica con sus amigos… resulta que esta poniéndose de acuerdo con ellos para salir al antro y pasa por ellos a sus casas. Así hacemos presente la noción de irrealidad que puede romperse, si estamos cerca de nuestros amigos hablando con ellos por teléfono… también, el teléfono es nuestra puerta para acercarlos, invitarlos, y llevarlos con nosotros.
Casi lo besan al cabrón. Se los juro.
Por eso sabía que la Matilda y Borneos harían una excelente mancuerna, porque hablaban el mismo idioma de las jaladas de pito. No me mal interpreten… es lo que yo pienso. Yo jamás vendería miel para matar moscas, ni celulares para acercarme a mis cuates. Soy un hombre práctico. Si quiero un amigo, voy a su casa… y si quiero matar moscas, pues las agarro con las manos y las aplasto. Finalmente le haría un bien a Matilda, estar cerca de alguien como Borneos, para recuperar un poco de estabilidad en su chamba. Porque… conociéndola, no es de esas personas que roban el trabajo de otros, pero que sí se deja influenciar… ¿me entienden? Y si Matilda tenía esa estabilidad, entonces me conseguía trabajo a mí y continuaría invitándome los cafés. Por el contrario, si no pasaba así, pues igual y dejaba de tener dinero para comprarse tantos trapos, y se vestiría como lo haría cualquier otra nena, y acabaría por verle las nalgas. No podía perder, pasara lo que pasara.
A no ser, bueno, que la Matilda estuviera enamorada de mí. Lo cual era prácticamente imposible.