Las pláticas nocturnas son lo mejor de nuestra vida. Unas pláticas largas, donde reafirmamos nuestra identidad y nuestros recuerdos. Platicamos de nuestros amigos, de nuestras familias, de aquellos pedacitos que nos hacen nosotros y aunque algunas veces repitamos los diálogos, no nos importa porque es necesario hacerlo. No sólo necesario, sino que lo deseamos. Pueden transcurrir así las noches, esas noches cuando me fumo un cigarrillo pegado a la ventana, y tu pecho se recargue a mi espalda desnuda. Un sentimiento extraño de rutina erótica, de dos personas que pueden platicar sin la ropa y liberar el humo (y los humores) por la ventana, mientras mi cuerpo te protege de la brisa nocturna y yo la acepto con agrado si ello me compra mis minutos nicotínicos. Sentir que te protejo, es parte de mi fórmula amorosa. Esas escenas hacen mi vida neuras más llevadera. Me hacen pensar en la felicidad de las cosas pequeñas, los momentos que de verdad importan. Esos momentos que se le esconden a nuestros hijos y solamente entenderán cuando tengan nuestra edad, o tal vez un poquito más jóvenes.
Llevo el segundo café del día, bien cargado. Tengo una coca cola de un litro a un lado. Me siento gordo. He olvidado caminar estos días, aún cuando la caminata de universidad hasta el eje cinco sur la he tomado todas las noches (como una píldora). No es molesto regresar a mis orígenes, al contrario, me siento feliz de regresar a trabajar a un ambiente que domino. Me siento seguro. Cuando deje mi vida aquí, para estar contigo, no sé a que me voy a dedicar con las manos y el cerebrote que me cargo. Regularmente pienso: “Algo saldrá”… después de todo, muchos años los he vivido con la incertidumbre, ya conozco el sentimiento y estoy seguro, que siempre y cuando piense que todo saldrá bien, así será. Mínimo me sentiré del club de los optimistas y eso es importante.
Siento una tensión que ya no sentía desde hace mucho. Una opresión en el pecho por los tiempos, las calidades, las urgencias, las necesidades… del mundo publicitario. Había olvidado ese precio. Lo importante que es mantenerse ocupado en los tiempos muertos para que no te consuma. Me incomoda sentirlo de nuevo, como un principiante. Hay cosas que debo aprender de nuevo, muchas cosas. No sabes la cantidad. Es un largo viaje, como el de aquel niño que buscaba la pintura de su infancia con un fervor desgraciado… sin embargo, sé que la meta de este, me permitirá fumar contigo en la ventana, mientras miramos unas estrellas débiles, y nos terminamos de contar las viejas historias de siempre, cambiando las palabras para renovarlas.