Veía dos monitores a mi izquierda –porque soy un chismoso–, como uno de mis compañeros de trabajo leía un e-mail con una presentación en Powerpoint. La presentación clasificaba a las personas en tres, dependiendo del tiempo que pasan con nosotros: una razón, una estación y una vida. La verdad no quiero resumir la sarta de autoayuda y predicación que contenía el e-mail. Lo que me sorprendió, francamente, fue la frase inicial: “Pon atención a lo que vas a leer”. Creo que fue tan efectivo, porque incluso la vecina atravesando la calle, trajo sus binoculares, me hice un tantito a un lado y todos leímos muy atentamente las viñetas que nos explicaban de como nada es coincidencia, de que debemos compartir y las personas con las que pasamos nuestra vida, son lo más chingón del universo.

Curioso. El e-mail dedicaba cinco viñetas a “la razón”, tres viñetas a “la estación”, y una a “la vida”. Cinco viñetas complementarias para decirte “El que no arriesga, no gana”, “Baila como si fueras a morir mañana” y “Manda esto a todos tus contactos y si ocho te lo regresan, eres una de las personas”. ¿Una de las personas? ¿Soy uno de los 144,000 o quíhubo? El mail recalcaba la importancia de que fueras una de esas personas. Una de las que envía y recibe. Repentinamente, me sentí mal, porque definitivamente, no se la mandaría a ninguno de los míos y apostaba, que nadie me lo mandaría. Moqueé la nariz un poco. De acuerdo a los criterios, no era ni “razón”, “estación” y “vida”.

Pensé, después, en la labor artesanal que debía necesitar uno de esos e-mails. Algún contador o ingeniero aburrido, o en el peor de los casos, literato trabajando en casting, tomó la molestia de leer el texto en algún lugar, incluso buscarlo. Una razón para mi existencia, en esta estación de mi vida –habrá pensado. Lo puso todo en Google y voilá. Llegó, así como yo, lo leyó y provocó un salto en su corazón. Lee esto con atención, se repitió, leelo de verdad… porque lo necesito. Lo imagino y hasta se me sale una lágrima (y no de cocodrilo, ojo). Abrió su powerpoint, escogió con amor el fondo, los textos, algunas fotitos, luego una canción de su colección de mp3’s… una ochentera, tal vez: “All By Myself (Donwanabi)”. Todavía no termino –pensó–, quiero que esto lo vea mi novia… ¡Un corazón! ¡Necesito un gif animado de un corazón! –Cuando hubo terminado su trabajo artesanal, retrasando así las cuentas del día, guardó el archivo en el escritorio de su máquina, abrió hotmail, lo adjuntó y lo envió a todos sus contactos.

Así empieza un horrible devenir. Supongamos que tiene cincuenta contactos. Esos cincuenta, treinta se animaron a reenviarlo a sus cien contactos y así. Un archivo de 5 megas se duplica unas miles de veces, toma las redes, mancha el internet, se produce y reproduce como un virus, en miles de computadoras. Empieza el gasto de ancho de banda en su oficina, en su computadora y su red oficinal, hasta las redes de Filipinas, cuando alguna china despistada se lo envió a su novio filipino (un docto en español) para que lo tradujera. Así en todo el mundo, una sucesión hermosa y horrible, se extiende por todas las personas que desean ser una “razón”, una “estación” y una “vida”. Eso nos habla de dos cosas: el deseo de amor en el mundo y también, la soledad que embarga a todos los enclaustrados en su trabajo… buscando en el archivito de powerpoint, todo lo que necesitamos.

Por eso si me preguntan como estoy, digo que a toda madre y no me manden mamadas.