Ayer cuando regresaba a casa, miré a dos putas pasándose una calle a una cuadra de la unidad habitacional donde vivo. Me sorprendió. Ya me había comentado Ricardo de la existencia de las señoritas sexoservidoras porque las había visto pasar cuando regresaba a su calle en el coche, pero me había negado a creerlo porque me sorprende que mi pueblo despliegue tan sorprendente ejemplo de progreso, modernización y multiculturalidad. Se paran en la esquina del McDonald´s y esperan, esperan a sus víctimas. –Sí son hombres, ¿verdad? –me preguntó mi compañero hace un momento, y lo único que atino a recordar es que una de ellas tenía una minifalda tan pequeña y sus piernas aparentemente largas, que se le miraban los calzones mientras caminaba, apresuradamente, sobre sus plataformas, bajo la lluvia. Prostitutas trabajando en la esquina de un McDonald´s. ¡Qué servicio! Papas con mi mamada, por favor.

Me he preguntado, toda la tarde, donde trabajan si por mi casa no hay hoteles. ¿En el estacionamiento? Vámonos allá atrás, al fin y al cabo no nos ven. Si fuese un pornógrafo, porque temo que todo esto se quedará en un sueño, me acercaría a una de ellas y le diría–: Hagamos un negocio. Tú se la mamas al cliente y yo le vendo el video, para que siempre te recuerde Rubí. Se venderán los dvd´s piratas de “Las Putas de Alta Tensión” y en internet, se harán tan populares como La caída de Edgar, pero underground, porque la pornografía es el pilar de la cultura underground. Escondamos nuestras revistas y videos de la vista de nuestros hijos, si somos extraños parafílicos enterrémoslos bajo el árbol.

Ya tomé nota: trabajan los jueves. ¿Pero qué tal si no son de fiar? Puede que sean de esas que engatusan a su cliente: lo drogan, lo despojan de sus honestas pertenencias, lo encierran en el baño y le roban un riñón. Hay un cementerio a otras tantas cuadras, así que el servicio es completo. Extraño preguntarme dónde estará la entrada del cementerio, cuando pienso en la minifalda de brillantitos púrpuras que caminaba esa noche, haciéndose paso por la lluvia, mientras su dueña le sonreía a la otra. Igual ya habían trabajado mucho esa noche, ya se iban a casa, a recargar las pilas… de sus juguetitos o que se yo.

Crédito de Imagen: Edgar Degas (French, 1834 – 1917) Prostitute, 1877, Graphite 26 x 34.9 cm (10 1/4 x 13 3/4 in.) The J. Paul Getty Museum, Los Angeles