Ya estoy más cerca de los treinta. Se aproxima mi nueva crisis. Ja. Recibí felicitaciones. Muchas más que cuando tenía 21. El celular no paró de sonar todo el día. Hasta me asombré. Me acordé de aquel pastel que me regalaron en la oficina. Ese pastel que significó muchísimo para mí. Hoy me trajeron otro pastel y me acordé. Lo repartí contento y guardé, discretamente, ese pequeño momento de felicidad. Pequeño momento, gran momento, momento discreto que creció del corazón y se extendió por todo mi cuerpo. Así de cursi. No haré una gran lista de felicitaciones como la hizo mi mujer. Me habría gustado hacerla, pero estuve disperso todo el día.
He estado trabajando todo el día pegado al teléfono. Uno de esos cumpleaños donde no haces algo especial. Sólo recibes mensajes. Hubieron tantos problemas que es un problema enumerarlos todos: Cambiaron unas fechas de filmación, se pasaron de presupuesto, cambiaron otras fechas de filmación, dar llamados, nos entregaron una lista y no la hicimos hasta noche. Oh, además se perdió un director de casting. Vino semidiós a comer unos tacos y tomarse un café conmigo. Una compañía muy agradable. Supo tolerar que estuviera trabajando. Aunque en la tarde me di una pequeña pausa, je.
Hoy se conectó mi madre. Platicamos un rato acerca de mi boda y mis deberes como futuro esposo. Le dije que tenía un viaje el fin de semana y vino el contragolpe: “Este fin de semana lo tenía reservado para ti”. Platicamos otro poquito, me perdí en el trabajo y minimicé su ventana. No sé que momento fue, que la abrí de nuevo. “Te quiero mami”, le dije. Mami. Recordé que cuando era joven, se lo decía a menudo. Te-quie-ro-ma-mi. Es una cosa importante cuando eres pequeño. Me acordé de todos los problemas que tuvimos. De nuestras malas decisiones. Nuestros pequeñas tormentas. “Te quiero mami”.
Me acordé de aquella niñez y me sentí así de nuevo. “Yo también mi rey”. Mi rey. Siempre mi rey. La madre siempre te querrá, aún cuando estés hundido en mierda. La madre. No importa quien seas. No importa si eres un drogadicto, un treintón en crisis, alguien que no aprecie las felicitaciones de cumpleaños, un obrero, un escritor, Fabiruchis o el político corrupto. El primogénito es el rey de una madre. En Río Místico, la película sí, esta ese diálogo que se me quedó grabado: “Hiciste lo que debías de hacer. Le has demostrado a esas niñas que su padre hará todo para protegerlas. Su padre es el rey”.
Curioso.
Admito que se escapó una lágrima. Sentí que regresamos a la niñez. Te quiero mami. Yo también mi rey. Ese fue mi regalo de cumpleaños. Gracias a todos los que recordaron la fecha. Feliz cumpleaños mi amor. Hoy, después de todo, hubo felicidad.