¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? Mientras el Cryztales le mira, esas preguntas rondan en la cabeza de Fest. Piensa que es curioso que se pregunte su identidad cuando alguien, plenamente orgulloso de ser llamado Cryztales, le observa. ¿Por qué la i griega y la zeta? Para reforzar y personalizar su identidad. ¿Por qué Cristales? Porque cuando trabajaba de mesero, en sus primeros días, rompía muchos vasos y platos. “Agustín Fest”, o “El Árbol”. Piensa en ellos. De verdad son ambiguos. Cualquiera puede tomarlos y hacer lo que quiera con ellos.
Agustín pensó en los nombres durante el día. Los nombres… los nombres… escucha tantos nombres al día. Hoy, quien sabe por qué, pensó sobre los poderes mágicos de la palabra nominal. Son una llave, un símbolo, que describen una serie de características físicas y mentales. Los padres tienen un enorme poder sobre sus hijos. Los hijos, después, desafían a los padres: “Quiero ser Cryztales”, por ejemplo. Sin embargo, un padre te recordará siempre tu nombre verdadero cuando habla contigo. Ya eres alguien para tus padres desde que naciste. Eres otro para tus amigos. Todos los nombres eres tú.
Fest, se quedó un rato viendo el monitor. El video de un hombre sonriente, como todos los modelos. ¿Todos los nombres son sonrisas? Sonsonete. Una señora dijo su nombre convencida de ser ella misma. Una actriz, vestida de monja, lo dijo como si fuera una plegaria digna. Asintió lentamente. Continuó el tedioso proceso de manzanita c, n, v. Dos nombres y dos apellidos. Todos esos configuran una persona. Diciendo uno, visualizas a la persona, visualizas los recuerdos que tienes con ella. Sonrió brevemente. ¿Cuántos poetas no han hablado de los nombres ya? ¿Escritores, sociólogos, psicólogos, grandes pensadores, niños demasiado inteligentes, los perros que mueven las orejas cuando escuchan el suyo?
El árbol miró a su amigo el cacto de reojo. Se lo encontró en un bazar, y se enamoró. Le llamó Bob. El árbol acarició sus espinas, y sus hojas se llenaron de estas. No se quejó, porque los árboles no hablan. No señor. Aunque los árboles tampoco acaricían. Sólo respiran, y el romántico, cree que observan. Mitificar al árbol. Un testigo silencioso. Los árboles tampoco voltean. Pero este, en particular, lo hizo. Aunque… como quien dice, si nadie escucha al árbol caer y si nadie lo mira voltear, ¿realmente sucedió?