Esta madrugada, fue la madrugada más negra de mi vida. Acompañé a Ricardo a dejar a su talento (15 negros) para un comercial que se filma en Africam Safari. Todo el día he querido hacer ese mal chiste y la única oportunidad que tengo es en mi blog. ¿Quién diría? Si el blog no es para los malos chistes, ¿entonces para qué es? ¿Para literatura seria y de verdad? Bah. Creo que ese espacio ya intentó explorarse y los intentos no rendirán frutos hasta dentro de algunos veinte o treinta años. Mientras tanto, el entretenimiento que es inmediato y vital, servirá para alimentar a las masas con ganas de vivir los días. Ganas de sonreír, de reír, de burlar, de matar el tedio. Matar el tedio.
Matar el tedio.
Recuerdo cuando entraba a mis veintes que matar el tedio era coger. Dicen por ahí que los humanos y los delfines, somos los únicos que cogen por placer. ¿De verdad? ¿O los delfines fue un invento mío? ¿Coger por placer? ¿Cuánto tiempo puede durar, honestamente, el placer de coger? Supongamos que un semental dura su hora y media. Más su medio segundo de orgasmo. La muerte chiquita. Luego abre los ojos, mira al techo y la pareja se pregunta, en ese momento de soledad acompañada, ¿y ahora que hago? La intimidad de pareja lo arregla: Nos acucurrucamos y dormimos. Despertamos, trabajamos, nos distraemos, el tedio de nuevo. Un tedio insoportable. Son más las horas de tedio que las disponibles para coger.
Entonces, lees… juegas… platicas… tomas café… fumas una cajetilla… miras el televisor… haces planes para ir al cine… No puedes estar quieto en un sólo lugar. No puedes caminar tranquilamente a Ogrimmar (o a Mordor, pequeño chiste local), porque incluso eso es tedio. Es tedioso el entretenimiento. El entretenimiento largo que no se puede tragar y vomitar. ¿Dónde quedó el arte de una vida contemplativa? Está bien. Supongamos que no una contemplativa, ni budista, simplemente tranquila. Donde los entretenimientos de verdad eran pequeños placeres. Ahora resulta que la compulsión al trabajo también es matar el tedio.
Cuando no basta nada.
Miras a través de la ventana en silencio. Piensas cosas. Tal vez estés molesto por algo pero el trasfondo, el trasfondo siempre es el mismo. No basta nada. El tedio se hace insoportable porque alargando todas esas horas, esos meses, de diversión y felicidad, te preguntas que objeto tiene todo esto. Las preguntas que provocaban risas curiosas entre los adultos y que enriquecen el patrimonio de los psicólogos. No basta nada. Las preguntas que fascinantemente, no angustian a perros y gatos. A ratas y jilgueros. A elefantes y jirafas. Los cavernícolas no se preguntaban: ¿Cuándo me voy a extinguir?, no creo… simplemente lo sabían de antemano. No basta nada.
Pero en esa incertidumbre vital, en esas preguntas que constantemente se multiplican, sé que hay una respuesta muy sencilla–. No estás sólo en esto. No basta nada, monín. Toma mi mano y como sea, vamos a divertirnos.